Setién y Mendilibar, dos tipos habitualmente escandalosos encantados de escucharse, cortaron por lo sano cuando un periodista, en lugar de preguntarles por el partido que acababan de vivir, por el Betis, por el Eibar, les pidió que escogieran una exhibición comparable a la de Messi y de Cristiano...
VALÈNCIA. Setién cortó por lo sano. Mendilibar se levantó y abandonó la sala de prensa como una exhalación. Claro, unos maleducados.
Lo que ocurrió este fin de semana con las ruedas de prensa de los entrenadores del Betis y el Eibar es una de esas anécdotas con un significado profundo porque señala una anormalidad. Los intereses de una competición aguada, la Liga, donde los poderes letales solo parecen estar ocupados en potenciar hasta el infinito la diatriba entre Messi y Cristiano.
Setién y Mendilibar, dos tipos habitualmente escandalosos encantados de escucharse, cortaron por lo sano cuando un periodista, en lugar de preguntarles por el partido que acababan de vivir, por el Betis, por el Eibar, les pidió que escogieran una exhibición comparable a la de Messi y de Cristiano. De fondo, un intento innato de reducir al resto de la Liga a comparsas de la fiesta, rostros amables que se presten a animar la competición de otros.
Estos dos no se prestaron. Un poco de esperanza. Ojalá un precedente. Rebeldía frente a un marco donde los márgenes en torno a Messi y Cristiano desaparecen por completo. El fútbol español ha perdido una gran oportunidad: poder emplear a dos reclamos tan potentes al mismo tiempo para elevar el nivel general de la competición. Pero en lugar de eso, una mesa camilla gigante donde se discute sin pausa si Messi o si Cristiano, hasta el punto de disolver el mérito de todo lo demás.
El Valencia está en uno de sus episodios históricos más fértiles en liga. Un momento de forma bien dulce. Y sin embargo apenas nadie “más allá de Requena” parece reparar en ello.
Los otros 18. O, por elevación, los otros que no son Messi y Cristiano. Pedir lo que fue habitual acaba resultando un ejercicio de pelmas que siempre están con lo mismo. ¿Pero de verdad compensa rebajar la Liga a un duelo entre dos hitos donde no cabe más estímulos? Corremos el peligro de, una vez retirados ambos, tener una competición deprimida.
Setién y Mendilibar fueron el otro día la expresión de un hartazgo. Que se generalice.