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Si Diakhaby se hubiese callado

8/04/2021 - 

VALÈNCIA. Si Diakhaby se hubiese callado nadie hubiera sospechado de las agallas de los futbolistas del Valencia para afrontar el episodio. Nadie hubiera dudado de su compromiso. Nadie hubiera puesto en duda que, haciendo el doble que cualquier equipo español hasta el momento, fueran tomados como un grupo de chavalitos que se quedan a medias.

Si Diakhaby se hubiese callado no hubiera dado ocasión a que se invirtiera el orden y que el supuesto Cala fuera tomado como un agraviado del que se pone en duda su honor. No hubiera sido señalado Diakhaby como uno de esos ‘jugadores de otras nacionalidades’ que sabotean los partidos a conveniencia. 

Si Diakhaby se hubiese callado no hubiéramos podido comprobar la realidad temible: en la Liga, ante un hecho racista, en lugar de contribuir a generar conciencia colectiva, potencia el racismo innato. Una maraña de medias tintas, de paños calientes, ni un mísero tweet de la competición anunciando una investigación a fondo, brindando su apoyo a Diakhaby. Porque quizá contribuyamos al error al buscar discernir si Cala es o no racista. Claro que no lo es a conciencia. El de racista no es un oficio a jornada completa. Son actitudes más o menos espontáneas las que lo fabrican. Por ejemplo, querer incordiar al prójimo con pellizcos a su color de piel. 

Si Diakhaby se hubiese callado no nos enfrentaríamos a una cuestión privada, pero necesaria: ¿cómo estaríamos actuando ahora mismo si fuera al revés?, ¿si Diakhaby jugara en el Cádiz y Cala en el Valencia? ¿Estaríamos quitándole hierro?, ¿nos dejaríamos llevar por la turba para sentenciar que son ‘cosas del campo que se quedan en el campo’? La respuesta individual es el único provecho que podremos sacarle a la situación.

Si Diakhaby se hubiese callado, en realidad no hubiera sucecido nada. Seguiría teniendo vigencia un acuerdo tácito: el de mirar a otro lado, el de balancearnos en la comodidad: son cosas que suceden - siempre ha ocurrido - lo que pasa en el campo se queda en el campo - a todos nos han dicho cosas - si cada vez que un jugador insulta nos tenemos que ir del campo… 

Pero Diakhaby no calló. Principalmente porque no le dio la gana. Porque se ha criado en un entorno y en un tiempo que quizá ya no transige con lo que atenta contra su dignidad. Los demás no somos mejores. El entorno del Valencia no es muy diferente al del Cádiz. No seríamos muy distintos de haber sucedido al revés. Lo único que cambia es la decisión de Diakhaby. La decisión de derrumbar esa pared de cartón piedra que pretende sin éxito dividir los estadios de la vida. Bienvenidos al mundo real, gritó Diakhaby, y por eso sus palabras suenan más altas que el ‘lance del juego’ con el que especuló Cala durante 48 horas. 

Es excepcional que el problema se suscite en un campo de fútbol de elite: si incluso allí, en un entorno repleto de privilegios, sucede esto, qué no sucederá donde nada se ve ni se escucha. Es la principal virtud del fútbol como deporte de masas: mostrar la realidad con crudeza.  

Podemos ir preparándonos. Tras el domingo, aquellos que callaban lo tendrán más fácil para hablar. O seguimos haciendo como que el perro se comió los audios o ponemos la oreja para, simplemente, escuchar a gente como Diakhaby, harta de que sus discriminaciones sean anécdotas. 

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