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Sí, el Valencia es un pato

24/12/2020 - 

VALÈNCIA. Durante la primera porción de temporada creí que los augurios del descenso eran cosa de tremendistas. Sensacionalistas de salón tentando al descalabro. En consecuencia, qué atino, me marqué por escrito un ‘al loro, que no estamos tan mal’. Básicamente me hacía creer lo que casi todos: bueno sí, este equipo está hecho con retales y sin cerebro, pero tiene unas cuantas piezas que ya quisieran para sí al menos 10 o 12 equipos del resto de la Liga. Escribía, qué acierto, que los lametones al amargo del descenso podían ejercer de profecía autocumplida y que tal vez nos sentíamos seducidos por la épica generacional del 86.

Todo bullshit. En realidad el análisis parece más fácil de lo que creíamos. Ya se sabe: si algo camina como un pato, grazna como un pato y nada como un pato… lo más probable es que nos encontremos ante un pato. 

Un equipo repleto de boquetes en su plantilla podría salir adelante, optimizar y dar un rendimiento por encima de sus prestaciones objetivas si reúne una serie de condicionantes en suma: liderazgos fuertes, amplia experiencia como grupo, equipo hecho a la medida del entrenador (o viceversa) y una gestión en línea recta. Pero no, nada de eso reúne el Valencia de este tiempo.

Podría, si no, salir adelante el equipo si al menos, con todas las carencias anteriores, tuviera empuje ambiental y se sintiera atendido por la institución, confortando en un trance complicado. Pero no, nada de eso tampoco. Una doble orfandad acompaña al grupo: sin Mestalla (los mestallólogos siguen diciendo que el Valencia no gana en Mestalla por culpa de la presión de los hinchas) y sin institución. El Valencia como empresa hace tiempo que abandonó a su equipo, el cual ha ido vagando por su tesón propio, atrincherado hasta hace un par de veranos en su cuerpo técnico. 

Si a todo ello se le añade la percepción de lo inevitable -’nada que hacer’, ‘esto es lo que hay’- propagada por la cofradía de Singapur y asumida con total disciplina por todos nosotros, la combinación letal se agita por sí sola. En lugar de enfocar las soluciones (¿cómo puede revertirse esto?) nos enlutamos a la espera del desenlace. La ausencia de la institución (con nulo contacto en la vida de la plantilla) intensifica la tristura. 

Solo el coraje vital de un grupo que se resiste a descabalgar podrá sostener la temporada y esta evidencia: la de que el Valencia es lo que parece. 


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