Eso. Qué ocurriría si un marciano aterrizara hoy en Mestalla. Tiendo al optimismo. Si no entrara en muchos detalles, si se quedara en la superficialidad de los acontecimiento dentro de una escala temporal, el marciano se encontraría en mitad de un estadio camuflado entre la ciudad, en plena simbiosis, casi el último reducto entre los estadios más venerables de Europa. Tan corajudo que ni la proyección y semi construcción de un nuevo estadio a todo trapo han podido con él.
Si aterrizara hoy vería -además del afán periodístico de la institución, capaz de interrogar a su presidente en un bello ejercicio de metapoder-, si el marciano aterrizara hoy vería también, digo, cómo un club que estuvo en las últimas consiguió reponerse, con un centenario que mezcló en la calle a todo el abanico de generaciones y, pese a los malos augurios deportivos, terminó impulsando el logro de una Copa en una final idílica, sobreponiéndose a una temporada que arrancó de desastre en desastre. Puede que el marciano incluso se llevara argumentos para preparar un peliculón.
También se percataría de la solidez interna de un equipo que ha hecho de las segundas oportunidades su manera de vivir: un capitán que del desahucio pasó a comandar la institución, un delantero que desprestigiado terminó como fijo de la selección española, varias piezas que orilladas en la liga inglesa e italiana resignificaron sus carreras en el Valencia…
Siguiendo, si el marciano aterrizara hoy encontraría entre el listado de los 20 futbolistas universales más prometedores, a dos goldenboys del equipo, Ferran Torres y Kang-in, sacando la conclusión de la lozanía que experimenta el club, capaz de generar e implementar talento en un equipo rodado.
Si un marciano aterrizara hoy en Mestalla vería todo eso… de no ser porque un propietario y su enviado, desperdiciando un enorme capital de motivos a favor, han impedido que veamos lo que deberíamos estar viendo.