13 DE NOVIEMBRE   / OPINIÓN

Sobre la profesionalidad y la improvisación

7/12/2021 - 

VALÈNCIA. Lo del Levante ya es una cuestión de fe. Una realidad a la que se ha llegado por una acumulación de despropósitos. La deriva tiene tintes de irreversible y no es la primera vez, ni será la última, que una plantilla que ha cautivado termine estrellándose por la incapacidad de reciclarla, de evitar que se acomode y de pulir las carencias evidentes para seguir creciendo y no volver a la casilla de salida. El resultado ahí está: de acariciar una final de la Copa del Rey a igualar las 24 jornadas sin ganar del Sporting de Gijón entre 1997 y 1998 y poder plantarse al derbi ante el Valencia siendo el peor de la historia si no se vence el sábado al Espanyol. Cuesta creer que este equipo pueda revertir la situación. Y en la lista de responsables de este desastre, los que no están son la afición, los que siempre responden, están y estarán pase lo que pase, y Alessio Lisci.

El Levante necesita estabilidad y evitar como sea que la reconstrucción de este ciclo agotado hace tiempo sea con los huesos en Segunda División. La permanencia la marca ahora el Deportivo Alavés, al que le queda un partido pendiente ante el Villarreal (martes 21 de diciembre), a seis puntos de distancia. Aunque cueste y parezca un reto quimérico porque el panorama es cada vez más caótico, me resisto a tirar la toalla. Está claro que este sueño se antoja prácticamente imposible si en cada decisión tomada hay una mezcla de desesperación, irresponsabilidad, falta de profesionalidad y pérdida de tiempo. Un empastre que comenzó con la decisión de dar luz verde al regreso del director deportivo del último descenso cuando además “Manolo (Salvador) había dejado de ser Manolo”. Desde ahí, el Levante dejó de ser el Levante.

Las expectativas suelen ser malas compañeras de viaje si luchas por escapar de un pozo tan profundo y provocan reacciones potentes y antagónicas según el desenlace. Con un discurso cercano, comprometido, coherente y sin artificios, Alessio había inyectado un grado de ilusión mayúsculo entre el levantinismo que parecía imposible de recuperar tras una desesperante travesía de siete jornadas con su antecesor. Cada día que pasa somos más conscientes de la pérdida de tiempo que supuso la llegada de Javier Pereira al banquillo (si es que alguien todavía no se ha dado cuenta) y darle además tanto margen de confianza cuando fue el primero, desde su estreno ante el Getafe, que transmitió una insultante incapacidad para frenar la caída libre. Ahora hay que mirar al frente sin más arrebatos, experimentos a lo Pereira, cuentas pendientes y arrepentimientos y sí con decisiones profesionales. Y eso pasa porque impere la cordura y que las hojas del calendario no vayan consumiéndose sin un rumbo con sentido.

El empate ante Osasuna no acabó de cerrar el interrogante en el banquillo y, de nuevo, se evidenció la fragilidad del proyecto y la sensación de improvisación, porque no es solamente lo que se debe hacer y dar con la tecla sino lo que ya se debía haber realizado desde el ‘todos a la calle’ tras la estocada definitiva en el Villamarín: elegir un área deportiva con la facultad para evaluar si Alessio debe seguir o que vuelva al filial. ¿Qué capacitación tiene Quico Catalán y el resto del Consejo de Administración para valorar la cualificación del aún interino? Después de las jornadas de regalo al anterior inquilino en el banquillo, es un sinsentido graduar en cuatro días si el técnico italiano está preparado para acometer el milagro de los milagros y más por unos consejeros.

El contexto marca que la decisión más cómoda sea seguir con él, pero esto debe ser una cuestión de confianza, de creer y de no reventar la credibilidad por un único partido liguero. Si al final hay que elegir a un cuarto entrenador que sea delegando esta responsabilidad a profesionales en esta disciplina. Porque si lo hacen Quico Catalán y su directiva y sale mal deben ser conscientes de que en ello van también sus cargos como les sucedió a Manolo Salvador, David Navarro y Manuel Fajardo. Sobre la mesa del presidente se han ido acumulando ofrecimientos en los últimos días (incluso con Pereira aún al frente del equipo, pero ya con el crédito en reserva), tanto de entrenadores como de directores deportivos, y hay unos cuantos que ondean con fuerza la bandera del regreso de Paco López como la última solución. Sería una decisión arriesgada ya que el desgaste era profundo e irreparable y no solamente entre el míster del Silla y la que fuera área deportiva hasta la noche del pasado 29 de noviembre.   

Si Alessio Lisci sigue comandando la nave que sea sin intromisiones, con el rol de líder, aunque acaba de empezar en Primera División, reforzando su imagen privada y públicamente, y con todos los jugadores remando al unísono. Si hay algún futbolista que se siente superior, que lo demuestre en el terreno de juego y se deje de tonterías. Estando de acuerdo o no en algunas decisiones, lo que me dejó su debut es que no le vino grande y consiguió minimizar a un rival que, como su propio técnico Jagoba Arrasate reconoció en rueda de prensa, se marchó satisfecho con el puntito porque fue un botín suculento para lo que propuso ante una sólida estructura granota.

Para el Levante fue un resultado insuficiente. Un empate más doloroso en lo anímico por esa ilusión sin recompensa que había transmitido el cambio. Salvo el palo de De Frutos, el equipo fue incapaz de generar más fútbol y transmitió una imagen de pasividad, sin ideas ni espíritu de reacción, atascado, en una segunda parte sin apenas poner en aprietos a Sergio Herrera salvo en un cabezazo de Mustafi. Me quito el sombrero con el central bávaro. Era uno de los escépticos sobre su rendimiento y reconozco mi error porque se está dejando la cara por el equipo. Es un profesional como la copa de un pino, con un Mundial y una Copa Confederaciones con Alemania, que ha bajado al barro con el Levante. Que el último en llegar sea uno de los eslabones a los que agarrarse habla por sí solo. La plantilla al completo, pero sobre todo los pesos pesados con sueldos impropios a su rendimiento actual, deben dar un paso al frente. Por mucho DNI que les avale, nadie es indiscutible por decreto, peaje ni imposición.  

Paco López, Javier Pereira, Manolo Salvador, David Navarro, Manuel Fajardo y ahora Alessio Lisci han ejercido (y ejercen) de escudos de unos jugadores que no pueden esquivar responsabilidades. Todos los focos apuntan a ellos y al presidente Quico Catalán, obligado a seguir tomando decisiones convincentes y sin fallo, paralelamente a afrontar el partido más complicado en la Junta General de Accionista del próximo día 22 desde que tomó las riendas del club y en la que tendrá que dar muchas explicaciones y aguantar el temporal. Esta su obra para lo bueno y lo malo. Un Levante del que nos enorgullecíamos y sacábamos pecho, pero que ha ido descomponiéndose, sin saber reaccionar a las circunstancias que han afectado a todos los equipos, dejándose llevar, sin evolucionar cuando era evidente que se estaba jugando con fuego. Porque hay que saber cerrar los ciclos y pasar página con los menos rasguños posibles. No se ha conseguido y ahora hay que apelar al ‘más difícil todavía’, a unos registros históricos, para no volver a los infiernos con el añadido del preocupante escenario económico.

A Quico le pediría un ejercicio de realismo, de no parchear la preocupación y asumir los muchos errores que se han cometido, además de más contundencia, coherencia y que, sobre todo, se apoye en profesionales que le guíen por el camino correcto. El plan de rescate es inexistente, porque el equipo se precipita sin remedio a Segunda, y cada despropósito eleva el nivel del debate ya que la crisis no solamente es por un tema deportivo sino también de gestión. Y además está la incógnita alrededor del CVC y la alternativa de financiación al fondo negociado por Javier Tebas que Real Madrid, Barcelona y Athletic han ofrecido a los clubes.

Mientras que a la plantilla le diría que si alguno de sus integrantes siente que esta película no va con ellos, que por favor se hagan a un lado y no molesten. Hace falta un compromiso absoluto y sentirse preparados para cambiar la historia y obrar la gesta. Que los que creen que el Levante se les ha quedado pequeño que piensen que un descenso no les va a ayudar a conseguir lo que pretenden. Que echen el resto, reviertan la situación y encuentren lo que buscan, pero con el Levante en la máxima categoría un año más. Así todos saldremos ganando.   

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