Hoy es 14 de octubre
VALÈNCIA. No se entiende muy bien cómo, después de que los servicios de portavocía del Valencia salieran a arremeter contra la ciudad, el equipo en lugar de resucitar ha vuelto al regreso. Qué ha podido pasar.
No acaba de comprenderse que, después de garantizar que las protestas contra Lim amainen porque, ya se sabe, no es el momento y ahora hay que animar, estar todos juntos, sacar adelante a esta situación, olvidarse de temitas extradeportivos, no se entiende, digo, que tras limitar el ruido societario, el Valencia, en lugar de avanzar furibundo en la tabla, regrese a puestos de descenso. Cómo ha podido ocurrir.
Es que no cabe en cabeza humana que, después de conseguir llenar buses al sur de España, todo un hito en la historia del club, el Valencia -mitad sociedad deportiva, mitad ALSA- no se haya visto recompensado con un subidón de puntos y esté en puestos de descenso.
Sorprendente escenario. Quizá deberían intensificarse las críticas a la corporación municipal. Es probable que la culpa de todo esto esté en la ATE y el callejón sin salida en el que el ayuntamiento ha metido al club. Puede que incluso haya que llevar a Corona a Singapur para que, como en una visita al Dalai Lama, se le revele el secreto de la permanencia.
O puede que sea más sencillo y baste con hacer aquello que debió hacerse desde que la temporada se volvió la peor de la historia del club: ver cómo Lay Hoon y Solís (su papel es ingrato y poca culpa tiene, pero decir que no siempre es una opción) comparecen para pedir perdón por una gestión deportiva negligente, por dejar a una de las principales enseñas del fútbol europeo a merced de un puñado de temporeros desprotegidos, por dejar a un equipo inmunodeficiente sin refuerzos ante una segunda vuelta endemoniada. Unas disculpas sinceras que dieran pruebas, al menos, de que a la propiedad le sigue importando un poco -solo un poquito- el destino del VCF.
Ya después, podrían hablar de la necesidad de que el Valencia cuente con la complicidad total de su sociedad para evitar el peor momento de la historia del club. Los momentos más graves requieren altura, no solo billetes de autobús.