Hoy es 4 de octubre
VALÈNCIA. Mientras en la ciudad deportiva, Bordalás se afana en modelar su corta plantilla para no ver sepultado el crédito ganado en las primeras jornadas de liga y cosechar una, más que necesaria, victoria ante el Real Mallorca… en el ala ‘inteligente’ del Club andan muy ajetreados en la tarea de vender como un logro sin precedentes el hecho de que, de una vez por todas, se pueda retomar la construcción del nuevo estadio varado en la Avinguda de les Corts. El providencial aterrizaje de CVC en La Liga parece expresamente destinado a que el Valencia CF ponga un final feliz a una historia cuajada de decepción y abandono: que vayan a llegar al club una cantidad cercana a los 120 millones y que, de manera obligatoria, un alto porcentaje del montante vaya destinado a infraestructuras es lo más parecido a un traje a medida. Aunque el ‘Think tank’, instalado entre la planta noble del Club y el bar de la esquina, se afane en divulgar su buena predisposición para abordar la finalización del estadio, lo bien cierto es que a Peter Lim se le ha presentado una sorpresiva solución que supone una estimable ayuda y, a la vez, una obligación inexcusable. Tras siete años ‘mareando la perdiz’ echando mano de un sinfín de excusas que no pretendían sino ocultar su nula intención de acometer la construcción del estadio, ahora no tiene escapatoria. Siete años huyendo del compromiso que adquirió al comprar las acciones que, aunque no quedase nítidamente contemplado en el documento de venta, sí reafirmó Lay Hoon en junta de accionistas. Siete años sorteando las presiones que han llegado desde las instituciones públicas y de sus representantes de las que se han reído en la cara. Siete años en los que se han mostrado absolutamente dispuestos, en un ejercicio de administración que podría considerarse desleal, a echar a perder una ATE que era, ni más ni menos, un ‘regalo’ de la administración pública para que el Club pudiera ingresar -por la enorme volumetría concedida- una importantísima cantidad de dinero a la que no podría acceder cualquier otra empresa. Siete años de mentiras y excusas de ‘mal pagador’ que pueden ver su fin por un fondo extranjero, cuya llegada se ha cocinado en La Liga, que todos vemos como un gran alivio -previa lectura de la letra pequeña- porque obliga al mayor accionista del Club y a su indecente escudero a cumplir con un operación estratégica para la entidad de vital importancia que nunca han querido cumplir.
Cuando llegue el reparto de medallas serán muchos los que se pondrán en la foto. Desde los propagandistas del …”yo ya decía que lo del estadio iba adelante” hasta el mismísimo Murthy que se carcajeaba literalmente cuando era preguntado -en privado- por el estadio, pasando por la nómina de políticos/as que pretenderán atribuir a la presión ejercida desde sus cargos la resolución del asunto.
¿Acaso alguien está dispuesto a creerse que se movería un ladrillo del estadio o que se habría hecho algún fichaje este último verano de no haber aparecido CVC?
Cuando todo esto fructifique, cuando el club haya avalado documentalmente la finalización del estadio y cuando, más allá de dibujitos y bocetos, se pueda ver movimiento de grúas y operarios en les Corts, a quien habría que colgar la medalla es a quien ha negociado la llegada del fondo benefactor y, sobre todo, a quien o quienes consignaron entre las condiciones que un importante porcentaje del dinero tenga que vincularse obligatoriamente a la construcción y o mejora de infraestructuras. A él o ellos habría que imponerles la insignia de oro y brillantes por negociar un acuerdo tan beneficioso para el Valencia CF mientras el ‘think tank’ se inflaba a cerveza en el bar de la esquina y eludía sus obligaciones de velar por los intereses de la entidad. Los mismos que han abjurado de manera premeditada del mínimo respeto a la afición y a la historia de la institución que, sin éxito alguno, pretenden representar.