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Tirar a dar

16/06/2020 - 

VALÈNCIA. Me resulta curioso que el bueno de Mangala saliera en defensa de su compañero Mouctar, básicamente porque nos faltan defensas y si es Mangala quien tiene que defenderle lo lleva claro el bueno de Diakhaby, porque le van a entrar por todos los sitios, como ocurre cuando el ex del City se pone al frente de la defensa valencianista. Comprendo el corporativismo, pero es más importante defender la portería del Valencia CF que la moral de un compañero, que es un profesional (nos acordamos de la profesionalidad solo cuando nos interesa), muy bien remunerado por hacer algo que no hace. Y entiendo perfectamente (y les honra) a todos los compañeros que cierren ahora filas en torno a esta chico, con cara de buena persona, pero con tanta defensa en torno suya se nos está yendo el campeonato por el sumidero del wáter. Tampoco se trata de focalizar toda la frustración que tenemos en este chico, espigado, de brazos desacompasados y con cierto aire distraído perpetuamente. Entiendo que el mensaje que le pueda estar diciendo un veterano, casi exjugador ya, como Mangala es que se olvide de las críticas, que no les haga caso, que sea fuerte y persistente en lo que hace. Pues no: eso es engañar al chico. Hay que decirle las cosas un poco más claras: céntrate, entrena más, mejora todo aquello que aún no has empezado a pulir de tus cualidades (pocas) como defensa, déjate de alocamientos dentro del área, usa tus brazos de mejor manera, escucha lo que dicen, porque no es un ataque personal sino lo que transmites, como jugador profesional, dentro del terreno de juego y ponte las pilas, porque a este paso, en dos años, aquella eterna promesa longoriana, estará jugando en un equipo perdido en la vasta geografía de ligas de poco nivel o con cierto exotismo. Eso es lo que debería estar diciéndole su compañero: la fortaleza que cada persona saca para superar sus crisis nace desde la reflexión, la superación, la aceptación de los errores, su corrección y no caer en su reincidencia. Mal vamos si le decimos, entonces, que no oiga y que siga con lo que hace, porque quienes estamos animando no tenemos ni idea de lo que se vive ahí. Pues no: alguna idea tenemos y solo vemos que el chico no deja de ser reincidente en todo lo malo.

Otra cosa es si quien fichó a este jugador tenía idea de fútbol: se gastaron quince millones de euros por este jugador que no era, ni mucho menos, titular en su equipo. No sé si el Valencia se puede permitir estos lujos económicos, pero a la vista está que no. El jugador no es especialmente rápido (tampoco es lento), no es bueno técnicamente (incluso diría que es flojo), no va bien por arriba y como muestra sus remates, que son horrorosos siempre, salvo algún que otro gol que ha metido, tras varios intentos previos, aunque aquí te puedo decir que los demás tampoco mejoran sus prestaciones. Este central, no tan joven ya para esto del fútbol (a ver si cuando tenga 28 años aún seguimos diciendo que es una promesa), no es bueno tácticamente y, por supuesto, las carencias de concentración son mayúsculas, con lo que le falta mucha personalidad, carácter y brío. Viendo este expediente sobre la mesa me pregunto qué vio Longoria, el gurú del fútbol internacional que no vio a los cientos de jóvenes que están ahora rompiéndola, en este futbolista para gastarse un dineral por él, rechazar una supuesta oferta de cuarenta kilos (habría que sacar del mundo del fútbol, por incompetente, al que la rechazó, si es que llegó esto alguna vez) y hacerle ficha del primer equipo del Valencia, nada más y nada menos. Y no es que tenga inquina contra el chico, es que no comprendo qué cualidades tan destacadas tenía para algo así. Ya sé que ahora habrá gente diciendo que pobre chaval, que él no tiene culpa de nada, etc. Y es que no le culpo de esto: también pienso en los miles de pobres chavales que, teniendo muchas más cualidades que el francés, nunca llegaron a vestir esta camiseta, o en los jóvenes que están ahora en plantilla o en la escuela, que tampoco tienen un hueco, haciéndolo mucho mejor (véase Guillamón o Jiménez) que él. Pobres son quienes ahora juegan en tercera, por ejemplo, sin haber tenido esta oportunidad. Desde luego, firmar a esta gente que con dieciocho años está en segunda B o en tercera, aunque fueran mil veces mejores que Diakhaby (y esto no es especialmente complicado) no trae consigo un moviendo económico tan suculento, tan jugoso, del que se puedan nutrir algunas manos. Quizá eso no interesa y cabe mover la hucha por ahí, porque el negocio es el negocio. Y sí, creo firmemente que a fecha de hoy Diakhaby, de no haber venido al Valencia CF, estaría jugando en un equipo francés de una categoría inferior, en prestigio y en campeonato.

Y como estoy tirando a dar, más allá del mundo Diakhaby, me asaltó otra duda en la tarde noche de ayer: por qué la Real Sociedad, con tantos problemas como ha tenido y en constante reconstrucción ha podido mantener a un jugador como Oyarzábal, que sería un futbolista importante para muchos equipos de primera línea europeos (de hecho es de los mejor valorados en estos momentos, con algo más de setenta millones de valor de mercado), y el Valencia CF, con todo su poderío y su proyecto magnánimo, es incapaz de retener a Ferrán Torres o le cuesta retener a Carlos Soler, cuya renovación hay que estudiar a fondo. Algo no se estará haciendo bien o, quizá, algo se debería estar haciendo de otro modo, porque no me parece normal y tampoco creo que nuestros jugadores de la casa (Gayá es un poco la excepción) sientan tanto desapego por el club de sus amores ¿qué pasa? ¿Qué tiene este proyecto para que cueste creérselo? A lo mejor fichajes como el de Diakhaby tienen también la respuesta. Del mismo modo te digo otra cosa: ahora entiendo también que la propiedad quisiese finalizar el contrato de Longoria, cuya gestión, más allá de los detalles de infraestructura que me constan que eran buenos, ha sido pésima, lamentable, improductiva. Un jefe de scouting con poco ojo y que traicionó a Vicente Rodríguez que sí demostró, al menos, respetar esta casa. La próxima que tire también irá a dar, aunque me falle la puntería.


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