VALÈNCIA. Un somero repaso a la trayectoria de Albert Celades a los mandos del Valencia CF lo colocaría, en condiciones normales, en la casilla de salida. Ni quienes, en su día, engordaban la mentira de la mejora del juego desde la ‘pizarra’ del joven técnico inspirados por el ideólogo de la catástrofe son capaces de sostener hoy tal teoría por muchos cafés que tomen -de gorra- en la cafetería del Westin. Porque no se sostiene de manera alguna. Cuando los ‘brotes verdes’ del pase a octavos se fueron marchitando... se afiliaron, entre café y café, a la teoría de la pretemporada: “Claro... es que Albert no tuvo tiempo de trabajar con el equipo antes de empezar a competir y así es muy difícil”. Lamentablemente el tiempo ha demostrado que, habiendo trabajado tres semanas en Paterna con la plantilla sin nadie que les moleste, el equipo juega todavía peor que antes del parón, que ya es decir. La soledad que destila Celades, que se limita a decir “yo estoy bien” cuando le preguntan si se siente apoyado por el vestuario, y la ausencia absoluta de soluciones desde el banquillo es más patente que nunca rozando la impotencia: ahora resulta -dicho por el propio Celades en rueda de prensa el jueves- que el gol del Eibar fue DEFINITIVO cuando había más de setenta minutos por delante para remontar el partido ante uno de los ‘humildes’ de primera división. ¿Cabe mayor reconocimiento de incapacidad? Difícil.
El técnico catalán ya está amortizado termine o no la temporada. A su marcha se llevará una buena ‘talegada’ -la que le firmaron libremente- y dejará un mal recuerdo porque ha hecho mal un trabajo para el que todavía no está preparado. En la cafetería del Westin le echaran la culpa de todo quitándose el muerto de encima como si Celades se hubiera sentado en el banquillo por iniciativa propia e inflarán el nombre del sustituto para llenar alguna que otra portada y tratar de engañar a los, cada vez menos, incautos que se dejen. Pero los que ya no ‘tragan’ ni toman cafés de gorra en el Westin saben perfectamente que, ni Celades llegó sólo al banquillo, ni fue quien se llevó por delante lo que Mateu Alemany había construido con notable diligencia. Hombre... sí es verdad que no fue muy elegante eso de viajar a Singapur estando todavía Marcelino en el banquillo pero... no es Albert Celades el autor del desaguisado sino un invitado más al banquete del despropósito. Contrataron un ‘funcionario’ cuando necesitaban un entrenador.
No estaría mal que la ‘oficina del Presidente’ le arreglase a Murthy un par de entrevistas en medios internacionales, de esas que deben costar algo más que un café en el Westin, para que nos deleitase otra lección magistral. Pero esta vez no a cerca de su destreza para sortear el Covid-19 tan aplaudida por sus palmeros de guardia sino para instruir a todos los gestores deportivos del Planeta acerca del alumbramiento, desarrollo y éxito de un proyecto deportivo. No se me ocurre nadie mejor para hacerlo a la vista de su impactante solvencia como Presidente del Club y no sería justo privar a las nuevas generaciones en gestión deportiva de un ‘know how’ tan valioso.
Como los resultados lo condicionan todo, una victoria mañana en La Cerámica acompañada de algún otro marcador ‘conveniente’, nos devolverá a las matemáticas porque es absolutamente obligatorio seguir intentándolo mientras sea posible, pero si nos aferramos a los deméritos de los demás para encontrar una justificación a lo injustificable seguiremos irremediablemente abocados hacia el sumidero.
Celades, que ha perdido completamente el control de la plantilla si es que algún día llegó a tenerlo, no pasa de ser una triste coyuntura dentro de una estructura manifiestamente inservible.