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13 de noviembre / OPINIÓN

Un frenazo inesperado

9/03/2022 - 

VALÈNCIA. Por esa mentalidad de afrontar los partidos sin complejos, sin pensar en la presión de tener el abismo pisando los talones y con el cuchillo entre los dientes, el Levante enderezó el camino y se aferró al milagro de los milagros cuando nadie lo esperaba. Si ese pensamiento desaparece, el desenlace está escrito y no hay nada que hacer. En San Mamés se vio a una versión empequeñecida y no porque el Athletic hiciera algo fuera de lo normal. Ganó por esa intensidad que le caracteriza. Y eso que Alessio avisó de la obligación de por lo menos igualarles en su cualidad más genuina para prolongar la inercia, seguir recortando distancia con los rivales directos, que solamente ganó el Cádiz, y creer un poquito más en la machada. Ni el técnico italiano ni los jugadores supieron dar con la tecla y se convirtieron en el mejor bálsamo para unos leones que curaron el chasco copero en Mestalla y se aferraron a sus opciones de acceder a Europa. 

Así no. Ni atrás ni delante. Sin hambre ni ese plus energético que requiere un adversario de estas características. Un jarro de agua fría. Lo del balance defensivo ya es de sobra conocido, y por supuesto que si no se deja la portería a cero estás sentenciado. A esa deficiencia endémica se unieron los problemas con balón. Muy poquito fútbol salvo algunos fogonazos de un De Frutos que sigue con la flecha verde encendida, aunque tampoco hizo un partido para tirar cohetes y es vital que resista con cuatro amarillas todas las jornadas posibles, y la personalidad de Roger, que nunca se arruga y siempre lo intenta. No me gusta que quede la sensación de que el de la Catedral era un partido que entraba entre los que se podía perder por mucho rival o escenario que hubiera delante, porque entonces nos desviaríamos de nuevo del camino y no estamos para regalar absolutamente nada. El Levante apenas dio muestras de creer que podía volver de Bilbao con recompensa. Ahogado e incómodo por la presión adelantada del Athletic y con vida durante 63 minutos gracias a tres paradones de Dani Cárdenas y a la aparición providencial de Miramón, que evitó sobre la línea de gol el 1-0 de Iñigo Martínez.  

¿Y ahora qué? Pues a resetear, limpiar la mente, mirar al siguiente partido y cruzar los dedos para que la lesión de Morales se quede en lo menos posible porque lo necesitamos. Espero que la expedición aterrizara en Valencia con la mente focalizada ya únicamente en derrotar sí o sí al Espanyol. Posiblemente esté confundido, y viva en una realidad paralela, con exceso de positivismo, pero la reciente racha de siete puntos de nueve me hizo creer en lo imposible; incluso ahora también después de caer con merecimiento en San Mamés, siempre y cuando no se escapen los tres puntos del sábado. Es importante comenzar la jornada antes que el resto (salvo el Cádiz que jugará el viernes en el Wanda), ganar, meter presión y que los demás hagan lo que puedan. 

No creáis que mi ‘ilusiómetro’ está disparado. Para nada. Soy realista y sé de dónde venimos, todo el tiempo que se ha perdido y lo que se ha hecho mal. Y a su vez que no es el momento de rasgarse las vestiduras, ni de darle vueltas a los constantes disparos al pie. Cuando acabe la temporada, con el desenlace que sea, ya habrá tiempo para extraer conclusiones y comprobar quiénes están por la labor de seguir en el barco y reparar el estropicio que supondría dar un paso atrás y descender a Segunda. 

Lo del sábado contra los pericos es lo más parecido a una última oportunidad, aunque no me gusta poner esa etiqueta. Está claro que la asfixia deportiva requería al menos sumar en San Mamés para rebajar el nivel de agua y sentir que se puede salir mejor a flote. No creo que esta última derrota sea un punto y final. Hay que seguir. Quedan once jornadas y la permanencia está a tres partidos. Pese a que la salvación parece muy lejana a esos siete puntos de distancia (que marca el Granada con el que aún habrá que jugar y que además en el Ciutat venció por 0-3), sigo creyendo en que esto está en manos del Levante porque los de abajo no dan muestras de sumar con regularidad y van a seguir fallando. Lo pienso de verdad. No me dejo llevar por la ilusión. Luego sufriremos un bofetón de realidad contra RDT y compañía… y ‘hasta luego Mari Carmen’. Insisto en la necesidad de no mirar más allá de lo inminente para estar vivo, sobre todo en el vestuario. Y por favor, guardemos la camiseta fallera para otros compromisos en los que no haya puntos en juego porque es gafe. Está muy chula, me la compré unos días después de que saliera a la venta, pero con ella no ganamos un puñetero encuentro. 

Me he contagiado de lo de ir partido a partido, de no mirar la clasificación, y también mentiría si no digo que celebré los goles del Valencia al Granada, que tenía claro que el Rayo Vallecano se iría de vacío de Cádiz, y que me indigné con el penalti que le pitaron al Celta contra el Mallorca que era el 3-3 y luego pegué un salto con el que le señalaron a favor a los gallegos que supuso el 4-3. Lo siento por mi querido Luis García, pero esto es una cuestión de supervivencia y tienen que haber tres equipos por debajo cuando acabe la temporada. Y si se obra la gesta y uno de los que cae es el conjunto balear, me sabrá mal por él. Me entenderá perfectamente si me lee. Todo ayuda. El primer paso para que la jugada fuera maestra era ganar (o puntuar) en San Mamés y eso no sucedió. 

Hemos sufrido muchos momentos de deshora, partidos injustificables, desprecios al escudo y decisiones improvisadas que han agudizado la autodestrucción. Pese a todo y contra todo, seguro que volverá a entonarse el ‘si se puede’ contra el Espanyol porque lo de Orriols es de locos, está fuera de concurso. Una adrenalina alucinante. Sí, esto es el Levante en su esencia más pura. Un desenfreno absoluto. De traca. Una montaña rusa de emociones. Impredecible. Morir y resucitar. Ni Quico Catalán, ni Felipe Miñambres, ni Alessio, ni los jugadores… el Levante somos todos. No hay otro efecto posible. Y solamente con esa unión absoluta, y principalmente si los de dentro son conscientes de que hay que dar para recibir a cambio, habrá posibilidades y no caeremos en ese vacío al que nos resistimos despeñarnos cuando hay pocos agarres que nos sostienen. Porque la afición es inteligente y responderá si siente que se defiende este sentimiento a fuego. 

El Levante es el claro ejemplo de que el fútbol es un estado de ánimo. Que las sensaciones marcan el destino y cambian dinámicas de la noche a la mañana. Que le ha costado una barbaridad dar con ese clic que le permitió despojarse de las ataduras y desactivar ese bloqueo mental que le había transformado en ese despojo que no le ganaba a nadie en la máxima categoría. Que parecía que sacaba la cabeza tras la primera de las tres victorias de la temporada (en la jornada 20) ante el Mallorca, pero fue un espejismo. Incluso el futuro de Alessio estuvo visto para sentenciar antes de tumbar al Atlético en su feudo por segunda temporada seguida. Y es que el propio Felipe dejó claro en la rueda de prensa de su presentación, sin ser explícito, que el italiano se la jugaba. Era ganar o ganar. Desde ahí, la historia dio un vuelco. Lástima el frenazo en San Mamés.

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