VALÈNCIA. ¿Cómo funciona una empresa sin inversión, que sólo puede reinvertir lo que genera? Con talento y con riesgo. No hay otra. Mucho se le ha afeado a Quico Catalán que no ha puesto “ni uno”. Pilotar una empresa de éxito sin una sola inyección de capital tiene un enorme mérito. Modular el riesgo es lo más difícil. Sobre todo en el fútbol, donde la gloria y el fracaso están separados por una línea tan fina como un penalti dudoso, señalado por el VAR en el 129’ de una final por el ascenso. Match point, de Woody Allen. Si no la han visto, corran a hacerlo. No sólo por Scarlett, ni por Jonathan.
Sin capital hay que ser más prudentes, si cabe. Quico, sin embargo, abandonó la austeridad y cayó en la tentación de apuestas de riesgo excesivas, pero sobre todo se equivocó en decisiones deportivas que no corrigió a tiempo, a veces por orgullo, porque se recnonocían, implícitamente, malas decisiones anteriores. ¿Cuál es el momento justo en que Quico cambió? ¿Cuando Salvador reemplazó a Tito? Yo diría que el punto de no retorno fue no regenerar el vestuario, tras los hechos posteriores a la semifinal de Copa de 2021, y destituir a Paco López en la jornada 8 de la 21/22.
No será fácil encontrar un gestor como el Quico previo a esa nefasta derrota en Son Moix. El Llevant había merecido mejor fortuna y más puntos hasta esa fecha. ¿Cómo olvidar el poste de Cantero ante el Madrid que era el 4-2? Sin embargo, quedaba mucho por delante y el presidente se dejó embaucar por el resultadismo. No será fácil reemplazarle. A la altura de Andrés Gallart o de Antonio Román, ha sido uno de los gestores más brillantes de nuestra historia. Algunos están convencidos que lo conseguido lo hace cualquiera (¡con el dinero de la televisión!). Pregúntenles a Zaragoza, Deportivo, Racing, Sporting, Oviedo, Málaga, Hércules o Murcia, por poner sólo el ejemplo de unos cuantos históricos con más campañas que el Llevant en Primera. No, no será fácil. Hay miles de casos de gente brillante engullida por su propio poder. Qué pena que Quico no hiciese autocrítica ni fuese capaz de pilotar la transición hacia un club tranversal, transparente y de todos los levantinos. Qué oportunidad perdida.
Sí, hay que mirar al futuro, pero no sin comprender y valorar qué ha sucedido entre 2008 y 2023, el mejor periodo de la historia levantina. Ni quién lo ha hecho posible. Ni cómo. El futuro se construye sobre los cimientos de los errores y aciertos del pasado. Si no se hace así, se repiten unos y se diluyen otros.
Ahora que ya han salido las camisetas andamos preocupados por los fichajes. Unos cuantos también por ver si se clarifica la situación societaria y económica en Orriols, pero las escasas noticias no contribuyen a ello. Parecía que la opción oficial de Quico eran Danvila-Boluda y que se abrían las puertas a otros aspirantes. Las declaraciones del naviero, sin embargo, llenan de dudas al levantinista sobre este proceso: sobre el rol de Quico y Furió, sobre las candidaturas y la veracidad de sus intenciones o la capacidad de llevarlas a cabo, sobre la situación económica real del club. Mientras tanto se han alcanzado 15.000 abonados, pese el final de temporada más cruel: penalti de Villalibre, deuda económica y fariseismo pepeluista.
Esto es fútbol, al final, y lógicamente a muchos les inquieta si se nos quedará un equipo competitivo para luchar por el ascenso. Boluda, en este sentido, ha puesto el dedo en la llaga: quien haga una inversión potente querrá gestionar el club e implantar su proyecto deportivo. Sin embargo, Quico está teniendo tacto: ha hecho los movimientos de mercado mínimos, sin precipitarse en las salidas y malvender, y los técnicos siguen porque sería un dineral traer a otros. ¿Hay pactadas unas directrices mínimas? El lunes hay reunión de la Fundación; posteriormente, una baremación de las propuestas. Y la liga empieza en veinte días. Parece seguro que habrá que pulir la parcela deportiva sobre la marcha. Quizá sólo repuntarla. El futuro es incierto y el del fútbol es un mundo complejo. Crucemos los dedos. Especialmente para no volver a ser aquel club anterior a la ley concursal.
