VALÈNCIA. Críticas o halagos. Pitos o aplausos. Vendido o referente. Dani Parejo es uno de esos jugadores con los que no parecía existir un término medio, ese lugar en el que detractores y admiradores encontraran ese punto de encuentro para reconocer, con sus defectos y virtudes, la importancia capital (y capitán) que tiene el de Coslada en el engranaje futbolístico del Valencia CF.
Sin embargo, el centrocampista ha aprovechado la cuesta de enero para exhibir un nivel de juego más propio de las ediciones limitadas que de una oportunidad encontrada en las ´rebajas´. Y el germen que desencadenó todo nació en Vitoria. Tras la derrota ante el Alavés, después de inaugurar el marcador con una falta teledirigida que se estrelló en la escuadra derecha de Pacheco, el equipo prácticamente tocó fondo. Muy tocados y cerca de estar hundidos. Solamente dos disparos en todo el encuentro y la sensación de que la victoria in extremis ante la SD Huesca había sido un espejismo.
Pero en ese clima de desesperación un dolido capitán levantó la voz, asumió el mando cómo pocas veces se le había visto y entonó un "esto lo sacamos entre todos" que fue el detonante del resurgir del murciélago. Y eso parece haber sucedido. Más allá de los gestos de unión del vestuario, con celebraciones junto al cuerpo técnico como ante el Real Valladolid, Celta de Vigo o Getafe, los de Marcelino han superado dos eliminatorias de Copa del Rey y se han plantado en semifinales, además de no encajar ninguna derrota en los últimos cuatro partidos de Liga y colocarse a seis puntos de esa Champions League que parecía una proeza inalcanzable hace solamente un mes.
No obstante, no se puede atribuir esa escalada a unas razones mágicas fruto de un año tan especial como el del Centenario. Más allá de la creciente eficacia goleadora, que se había convertido en una quimera para jugadores, cuerpo técnico y aficionados, la mejor versión de Parejo ha acabado dando la razón a aquella frase que entonó Marcelino. "Cuando Dani está bien, el Valencia también lo está", explicaba el técnico asturiano en uno de los tramos más discutidos del equipo.
Dos goles, dos asistencias y una habilidad para canalizar las transiciones de un equipo que baila al son del violín del madrileño que hizo del Camp Nou su particular Musikverein. Solamente 4 pérdidas de 71 toques, 48 pases acertados de 50, casi todos los choques divididos ganados (6 de 7) y un 100% de acierto en todos los pases largos. El capitán de este barco está crecido, motivado y con aires de excelencia. Y, además, tiene ante sus ojos una oportunidad de oro para llegar a su primera final con el Valencia. Lo sabe. "El jueves tenemos un partido de Copa que seguro será muy bonito", afirmaba el sábado tras el encuentro ante el FC Barcelona. Próxima parada: el Benito Villamarín.