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Un Valencia de extremos

13/06/2020 - 

VALÈNCIA. Mouctar Diakhaby todavía no conoce bien el oficio de defensa central y tiene tendencia a salir en todas las fotos. Eso sucedía antes del coronavirus y sucede en la “nueva normalidad”. En el minuto 95 se cruzó con un rival, le agarró dentro del área, luego le metió el cuerpo jugando con fuego y de propina, decidió obsequiarle con un pisotón tan torpe como aparatoso, que acabó dejando a su rival caído en el suelo, dentro en el área y sin bota. El árbitro, en primera instancia, sacó la falta fuera del área. Y viendo las repeticiones de la jugada, repetición a repetición, el valencianismo comenzaba a sospechar que había tantas pistas del penalti que sería imposible no pitarlo. Como en aquel popular juego de mesa de ‘El Cluedo’, donde el crimen siempre lo solía cometer el mayordomo, con el candelabro y en la sala de estar, el VAR hizo su trabajo y el Valencia acabó castigado por la torpeza infinita de su central más fotogénico. La broma costó dos puntos y mandar al limbo una ocasión de oro, otra más, para engancharse al tren que da acceso de las competiciones europeas.

Como usar a Diakhaby como saco de los golpes o escudo humano es lo más fácil, cabría recordar que este regreso a la competición debería preocupar a entrenador y vestuario. Y servir para que cada palo sea lo suficientemente adulto para aguantar su vela, porque el Valencia, que tuvo más ocasiones y pudo ganar, no encontró el gol hasta los instantes finales y que, cuando lo consiguió, lo interpretó todo mal. Ni supo competir para mantener el botín, ni tampoco tuvo el oficio de saber secuestrar la pelota y protegerla como si fuera un diamante. La verdad es que un equipo de potencial Champions, de manera inexplicable, acabó aculándose atrás ante un rival que tenía un jugador menos sobre el campo. Y eso se paga. Y con un ojo de la cara, si tu central regala un penalti.

El lado bueno de las cosas -aunque en noches así suene a broma pesada para el valencianismo-, es que el otro central del equipo, Hugo Guillamón, también se empeñó en salir en casi todas las fotos. Y en esta ocasión, para bien. Cometió un par de errores, cierto, pero estuvo notable en la salida de balón, demostró que sabe desplazar la pelota, dejó un par de buenos cruces y demostró que es posible que le falten centímetros y potencia, pero va sobrado de personalidad. No es poca cosa.

De Diakhaby a Guillamón y tira porque le toca. Esa es la realidad de este Valencia CF, un equipo de extremos, capaz de pasar de cero a cien en un segundo y de la gloria al infierno en un minuto. Su esperanza es que aún quedan diez partidos para enderezar la nave. Y su condena, que a partir de ahora, tendrá que habituarse a saltar sin red hasta final de temporada.

Tenía un margen de error muy pequeño para poder jugar la próxima Champions. Ahora ya ni eso. Tras el tropiezo, doloroso, este Valencia necesita una reacción colectiva urgente, un golpe de efecto y una demostración de personalidad. Nadie debería descartarlo. Al fin y al cabo, este es un equipo de extremos.


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