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Una pequeña (gran) decepción

El método lo es todo. Y lo es mucho más en clubes de tamaño medio, encerrados en un pequeño limbo, donde no son una cosa ni otra, pero tampoco la contraria. En ese escenario se basaba mi sí a una venta accionarial del Valencia

2/11/2016 - 

VALENCIA. Las millonadas en fichajes, los cracks, y el ganar Champions me importaron tres bledos toda la vida. De haberme importado lo más mínimo me hubiera hecho del Real Madrid. Además, todos ellos, son conceptos contrarios a la esencia misma del Valencia. Tal vez deberíamos conocer mejor qué somos antes de enfrascarse en ridículos anhelos.

Pero sí creo en las estructuras, en los pasos que llevan a crecer y mejorar a las entidades. Es mi única creencia en el mundo del fútbol. El método lo es todo. Y lo es mucho más en clubes de tamaño medio, encerrados en un pequeño limbo, donde no son una cosa ni otra, pero tampoco la contraria. En ese escenario se basaba mi sí a una venta accionarial del Valencia. En la esperanza de un dueño que no trajera millonadas en jugadores, ni mucho menos discursos huecos para aplacar inseguridades, sino en uno que levantara un andamio con el que construir una estructura nueva, poderosa, modernizadora, que nos llevara un paso más allá en lo societario.

El único combustible capaz de agigantar entidades de este tamaño es precisamente adquirir ventajas competitivas en distintas parcelas fruto de rodearse de los mejores, de gente innovadora que va un paso por delante en todo. Fue como se construyó el Manchester United junto a un CEO llegado de Umbro en un fútbol todavía amateur en lo comercial. Como ocurrió con tantos otros provenientes de la industria que recalaron en un inexplorado balompié. Esa clase de clubes dieron el salto así, no con 500 millones invertidos en jugadores.

En ese aspecto, Lim es desesperante. Es el anti-inversor. No ha hecho nada de lo que el manual de nuevos propietarios en la era moderna nos acostumbró a ver.

La primera decisión de la nueva propiedad china que el mes pasado adquirió el Inter fue quitarle al Nápoles a su ejecutivo estrella, el director general que reconstruyó el club desde la Serie C llevándolo a ser una emergente potencia económica. Es una estrategia repetida en todos estos modelos cuando la herencia recibida no les convence: El PSG fichó al CEO de la Juventus; Abramovic contrató a Peter Kenyon; o Mansour, tras una tranquila transición con la familia Cook (antiguos gestores), llevó a Manchester a la flor y nata del Barça de Laporta. Por hablar de algunos de los casos más conocidos.

Cumpliéndose ya dos años de Meriton en el Valencia, y habiendo junta de accionistas esta semana, vemos que las estructuras siguen prácticamente igual que estaban cuando llegó. El mismo personal, con sus mismas limitaciones y pocas aptitudes, regado con reincorporaciones de momias del pasado como Pitarch o Manolo Más, de las cuales seguimos sin saber todavía muy bien el porqué o para qué. Y una Ciudad Deportiva sin modelo más allá de aplicar una drástica reducción presupuestaria.

Todo esto se lee mucho mejor mirando a las alturas. En el plan de Lim nunca entró un ejecutivo avezado, ni conocedor de la industria del fútbol que aportara conocimientos, experiencia y creara una potente red de trabajo, y contactos, granjeando ventajas competitivas a la entidad. Aquí tenemos a un Kim Koh que nadie sabe qué hace. Una LayHoon que viene de visita una semana cada mes y ahora trae a un tal Murthy que sabe de fútbol lo mismo que yo de diplomacia. El problema no son ellos, sino lo que hay debajo. Ambos tres son estupendos para formar un gobierno supervisor, pero no para agrandar un club empequeñecido que reclama un modelo estructural mucho más potente y mejor nutrido para salir de esta.

Porque la realidad dicta que estamos ante una entidad en caída libre en ingresos. Cada vez con menos patrocinadores en nómina y una sangría en abonados que no cesa. Sin proyecto definido a ninguna escala. El Valencia sigue viviendo orgánicamente de la televisión, del maná de la Champions y de los traspasos millonarios para cuadrar cuentas. Fórmula ancestral que llevó al club a descapitalizarse deportivamente ganando cerca de 400 millones en ocho años para no solucionar ninguno de los problemas que le afligen. La supervivencia de Meriton estará en saber cambiar eso en un futuro próximo.

Aunque sí hay aspecto mejor que nunca en este Valencia. Y es el marketing. Curiosamente, el único ministerio en manos de un perfil adecuado, con personal de apoyo cualificado. Hoy, existe un departamento de marketing digital que no existía antes, consiguiendo avances significativos en la estrategia 2.0. Realizando mil acciones, muy buenas casi todas ellas, que añaden valor a la marca. Pero esta parcela se topa con la paradoja que gobierna el cub: no dará frutos visibles en el corto plazo mientras la pelotita no entre. Y el sector pelotita ya vemos como está. Limitado, anticuado, sin apenas personal, y con un responsable incapaz de saber que en Holanda hay un tal Milik porque trabaja vía intermediarios; y eso cuando Mendes, o los caprichos del dueño, no se entrometen en la planificación.

Cierto es que no pueden hacer milagros en tan escaso tiempo, pero esperaba bastante más de ellos en la potenciación de la estructura de gestión. A estas alturas, con dichas urgencias, el club no puede seguir rigiéndose por el método del ensayo y error. Así, Lim corre el riesgo de demostrar ser más cercano a Lopera y su mercadeo de futbolistas que a Mansour y su organización de élite. Sigo esperanzado, tonto de mí, en que la cosa mejore a poco que se apliquen. Pero se tienen que aplicar ya, el fútbol no esperará al Valencia ni a su receloso dueño.

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