Llegó Penev y nos pudo la mitomanía. No fuiste tú el culpable, lo fui yo. La presencia de Alexanco, la de Penev como derivada, era un rastro de entre tiempo sobre cómo entregarse a figuras alfa como golpe de efecto. Dejarse hacer por lobbys, en lugar de seguir la propia línea recta...
VALÈNCIA. La llegada de Lubo Penev a la dirección del Mestalla, en los estertores del alexanquismo, enviaba una señal poderosa que aumentó su alcance con la salida de ambos. Tenerlos o no, prescindir de ellos o contar con ellos, era la distancia entre seguir un criterio prefijado por la estructura del club o dejarse guiar por boutades, bajo una influencia exterior que no necesariamente seguía la lógica deportiva.
Llegó Penev y nos pudo la mitomanía. No fuiste tú el culpable, lo fui yo. La presencia de Alexanco, la de Penev como derivada, era un rastro de entre tiempo sobre cómo entregarse a figuras alfa como golpe de efecto. Dejarse hacer por lobbys, en lugar de seguir la propia línea recta.
Que el sucesor de Curro Torres fuese Penev suponía la misma continuidad que fichar a Paco Jémez de sucesor de Marcelino. Se daba el extraño contraste que mientras el Valencia de Marcelino buscaba en la solidez y el colectivismo estructural su razón de ser, el Mestalla de Penev era una loca aventura kamikaze.
El escaso alineamiento entre objetivos de un primer y segundo equipo era síntoma evidente de una malformación en la gestión deportiva.
La renuncia de Penev, todo un sopapo a la confianza ciega del valencianismo en él, ha terminado siendo una bendición. No se trata de ajustar cuentas (anda que no…) y de revisar cómo le ha ido en las elecciones federativas búlgaras, sino atender al favor azaroso que le ha acabado haciendo al Valencia.
La normalización de las cosas. Al Mestalla de Miguel Grau le va bien. La estructura deportiva desprende una incipiente lógica. Otra vez, aunque haya sido involuntariamente y por factores externos (la huida de Penev), se comprueba que al Valencia le sientan mejor las decisiones basadas en criterios como el conocimiento, el método y el trabajo frente a la frivolidad de las ocurrencias. Ojalá a esta propiedad influenciada por Alemany no se le vuelva a olvidar. Las escandalosas diferencias entre Neville y Marcelino, entre Penev y Grau.
A veces también la lógica se vuelve equivocada, pero la probabilidad de acierto es mayor.
Recuerdo la tesis general de Paco Gisbert en su libro Ja tenim equipo cuando insiste en lo mal que le vienen al Valencia los proyectos basados en talonario y ocurrencias presidenciales en lugar de seguir un camino firme y previsible. ¡Viva Bulgaria!