opinión pd / OPINIÓN

Una vuelta al Ciutat (de Albacete)

15/03/2023 - 

VALÈNCIA. Todavía no había entrado al Ciutat y ya resonaban con eco los cánticos de la marea manchega durante el calentamiento del Albacete. Estaba avisado de los más de 4.000 aficionados que, según su Federación de Peñas -en realidad, a la postre fueron algunos menos-, iban a poblar las gradas de Orriols y cuando subí olía a ambiente de partido grande. Los sectores de albacetistas arengando ya en el campo desde mucho antes del encuentro, el tiempo primaveral, casi de verano, la manga corta y la atmósfera de fútbol-pasión me suscitaron un aroma de todo o nada en marzo. Seguramente antes de tiempo, pero la ilusión de los unos en territorio forastero y alguna respuesta de los otros para tratar de combatir la invasión me trasladaron a toda una final de Copa. 

Precioso, pensé. Y sí, lo era, aunque no lo es tanto cuando el granota de cada domingo se descubre extraño, superado, fuera de casa aún sentado en su sofá. Era bonito, pero también chocante. De pronto, más que la sensación de final en campo neutral, percibí la impresión de vivir el desembarco de hinchas alemanes en el Camp Nou el año pasado, cuando una aplastante mayoría de socios del Barça se desentendieron por completo de la Europa League y dejaron que fanáticos del Eintrach convirtiesen su estadio en un pequeño Frankfurt. Había vivido ambientes similares, así de enrarecidos, pero este era demasiado explícito.

Me pareció evitable, pero no grotesco. Y me explico.

Por ir en orden: días antes del partido, me hizo gracia cuando el presidente de la Federación de Peñas del Alba se quejó de no recibir más entradas de las alrededor de 500 que pasó el Levante para seguidores visitantes y echó la culpa al club de posibles altercados en la grada al coincidir blancos y blaugranas en todos los sectores del estadio, más allá de las esquinas del habitual Gol Alboraya y el de Orriols, donde se concentraron los dos principales núcleos de hinchas rivales. Como si los levantinistas hubiesen tenido muchas facilidades añadidas en sus desplazamientos... Por citar uno al azar, para el último a Huesca se agotaron las entradas visitantes en poco más de media hora y, cuando el club levantó la mano para pedir un trozo más grande, le mandaron la friolera de 24. 

Mis respetos al Huesca, vaya por delante. No tiene por qué ceder medio Alcoraz, que seguramente el levantinismo hubiese ocupado de haberle dejado, para que los suyos queden silenciados. Lo que no podía evitar el Huesca, y en este caso tampoco el Levante, es que cada cual se buscara su vida para coger uno de los 14 buses y ubicarse en cualquier punto del Ciutat, cerca o lejos de la marea. Esto es más viejo que el hilo negro y es importante recordar, por cierto, que en La Liga no existe la obligación que sí se impone en competiciones europeas de destinar un porcentaje concreto del aforo total del estadio a la comercialización del contrario.

¿Qué podía hacer entonces el Levante? Lamentaba la Federación de Peñas que se había capado la venta de entradas en los fondos cuando se detectó un grueso de compras desde Albacete. Era tarde, en cualquier caso, para inventar algo más que eso. La línea es demasiado fina. ¿Cómo actuar en estos casos? ¿Debe impedir un club de fútbol la entrada a cualquier aficionado que no demuestre no simpatizar con el equipo rival? ¿Acaso prohibir la asistencia de todos aquellos carnets de identidad con domicilio en Albacete? ¿No vender entradas? Incluso así, porque ocurre en todos los sitios, alguno conseguiría comprar boli BIC a precio exagerado con abono de temporada de regalo. 

Es prácticamente imposible cerrar el corro, por eso no me parece tan sangrante. Sí, insisto, evitable. Primero, hay que avisparse para descubrir el movimiento de masas rivales, que desde el fin de semana previo estaban pasando lista para cargar autocares. Entonces, con tiempo, quizá se podrían haber ideado alternativas para no restringir entradas y fomentar que los 15.000 abonados actuales hicieran efecto llamada. Algo más allá de lo que ya se propone. Porque cosas se hacen. Financiar los viajes a Huesca es de aplaudir, hay que decirlo todo y tener la memoria que toca, pero visto está que no basta. El Levante tiene que conseguir el ascenso, es un imperativo, y no se puede permitir que el Ciutat se convierta nunca más en el Ciutat de Albacete, Zaragoza, Miranda del Ebro, Vitoria, Ibiza u Oviedo. Son las que quedan por venir. Suerte que el levantinismo reaccionó de tanto en tanto y la invasión subió los decibelios. De la megafonía y de las gargantas locales. Ya quedó claro el domingo que si Orriols no golea, el ascenso es un poquito más difícil.