VALÈNCIA. Que en Valenciastán siempre hay una teoría para todo no es nada nuevo. Es un deporte nacional. Los aficionados llevan dentro un economista, un director deportivo, un futbolista y sobre todas las cosas, llevan dentro un entrenador. Saben de memoria qué once hay que alinear, cual es el puesto natural de cada jugador, dónde rinde más y qué cambios hay que improvisar, sobre la marcha, si la cosa se tuerce. Es decir, que mientras el entrenador Marcelino García Toral lleva dos temporadas consecutivas clasificando al equipo para disputar la Champions, hay legiones de aficionados que siempre están dispuestos a darle lecciones de táctica, técnica y física. También cuántica. Qué decir de los periodistas, que somos bastante peores, porque tenemos un micrófono en la mano para ser aún más forofos que los aficionados y que tenemos un altavoz potente para deacreditar, debatir u opinar sobre todo aquello que hacen y deshacen los entrenadores. Los hay que hicieron el curso por Twitter, otros por Facebook y luego está la mayoría, la que teoriza con el codo apoyado en la barra del bar, porque de fútbol y medicina, todo el mundo opina. Si el entrenador gana, no gusta su estilo. Si gusta su estilo, el palo es porque no gana. Y si gana y gusta, el debate es por qué no juegan los que nosotros queremos que jueguen y donde queremos que jueguen.
Algo de eso es lo que le pasa a Marcelino García Toral con Gonçalo Guedes. No importa lo que el entrenador haga o diga, porque siempre hay debate. Hay barra libre, porque al fondo hay sitio. El primer reproche que se hizo al entrenador con el portugués es que le hacía trabajar demasiado en el costado, como si la fuerza del grupo no estuviera en la manada y como si liberarle de la intendencia defensiva no fuera un riesgo tremendo para un equipo que no genera en estático, sino al espacio. El principal reproche del personal vino luego y por lo visto, ha calado hondo: la gente le tira a la cara a Marcelino que Guedes es segunda punta, porque es un jugador eléctrico y con mucho gol. Los datos son los que son: con el Benfica, 68 partidos y 11 goles en tres temporadas; con el PSG, 13 partidos y 0 goles en dos temporadas; y con el VCF son 80 partidos y 14 tantos. En total, 161 partidos en tres clubes de elite, con un saldo de 25 goles marcados. Conclusión: Guedes puede jugar de segunda punta, pero no tiene gol. O al menos, nunca lo ha tenido. Otra crítica para Marcelino es que Guedes arranca desde demasiado atrás y que, como tiene que hacerse 40-50 metros, llega cansado al área. Correcto. Esto sólo hay dos modos de solucionarlo: o te cargas al que decide jugar con un sistema que guste o no, funciona; o le pides a Guedes que aprenda a dosificarse. Al final, todo es sencillo. Se reduce a los que creen que un jugador puede estar por encima del colectivo y a los que consideran que cualquier talento, del nivel que sea, debe estar supeditado al equipo.
Con la venia, ahí van unas cuantas estupideces sobre este asunto: mejor que recurrir al autoengaño, a culpar al empedrado o a reprochar a Marcelino esto o aquello, parece algo más honesto mirar el rendimiento del jugador. ¿Es Guedes un proyecto de crack que tiene buenas condiciones? Desde luego. ¿Vale el dinero que Peter Lim invirtió en él? Es posible que con el tiempo acabe siendo así y que el dueño lo venda, si lo considera oportuno, si ve negocio. ¿Ha vuelto a rendir Guedes como lo hizo en la primera vuelta con el Valencia hace dos años? No. ¿Cuándo mejor estuvo Guedes fue de segunda punta o de interior? Lo segundo, amigos. ¿Ayudamos periodistas y aficionados al chico haciéndole creer que era Garrincha resucitado por cinco partidos seguidos? Sinceramente, no. Al revés. Sin mala intención, el hincha y el periodista, que cada día se distinguen menos, caímos en el mismo error: poner las expectativas por encima de la realidad. El asunto es que Gonçalo Guedes es un chico muy joven con unas condiciones fantásticas, pero aún es un futbolista que tiene que madurar para poder explotar. Tiene que justificar su precio, tiene que cargar con la responsabilidad, tiene que saber ser el factor diferencial del Valencia y tiene que tener el coraje de asumir y procesar que, si no hace los goles y el juego que él cree que podría hacer, no es por culpa de un entrenador que siempre apuesta por él. Incluso cuando está fino, que esa es otra. La realidad del asunto es que Marcelino no necesita ningún abogado que le defienda, porque le defienden sus números. Y que Guedes, que no tiene fiscales, necesita alguno, aunque sea de oficio. Alguien que le exija que deje de ser una promesa pagada a precio de oro y empiece a ser el crack que el club necesita que sea.