Un error de principiante, un exceso de vista, una hipoteca bancaria... Peter Lim, Layhoon, Kim Koh vieron las gradas
VALENCIA. Si cualquiera desde una visión exterior, desde la distancia de la falta de vinculación emocional, se hubiera cascado en algún transmisor pirata el Valencia-Zenit del otro día, lo más previsible es que hubiera concluido que el club local está sumido en la atonía, que está aburrido, le falta vitalidad, su gente le da la espalda, no consigue ni media entrada en su regreso a la Champions después de pasarlas putas en un proceso tortuoso en el que a la SAD se la pilló a punto de tirarse de un noveno piso. "¿Tras lo que han pasado, vuelven a Champions y ni medio aforo?".
No tengo esa distancia, juzgo con toda la implicación del mundo, pero las conclusiones son parecidas. Fue una noche donde la puesta de la largo en Europa (la otra competición que se jugó otros años está bien para consolarse pero no tiene ninguna relevancia) tuvo toda la pinta inicial a partido a puerta cerrada. ¿Son esas las señales que quiere transmitir una entidad insuflada de oxígeno para presentarse ante el mundo como una marca renovada?, ¿cómo casa embadurnarse flamantemente para conseguir patrocinadores y proyectar una imagen moderna cuando tu estadio está como un vaso alto con sólo dos dedos de agua?
Algunas voces atribuyen a la pobre imagen en los graderíos la sociológica costumbre de Mestalla por no acudir en masa a los primeros tramos de Champions. Y tienen toda la razón. Ha ocurrido siempre. Pero poco justifica eso. No podemos aplicar las leyes de lo de siempre para un proyecto que, convendremos, jugaba a desobedecerlas y a ofrecer una realidad nueva, diferente. Las promesas de una renovación profunda no conjugan con "lo de siempre".
Un error de principiante, un exceso de vista, una hipoteca bancaria... Peter Lim, Layhoon y Kim Koh vieron las gradas. Deberían avisar si, como siempre, esta vez también se practicará la resignación a que esa sea la imagen que transmite el Valencia, fomentando un ambiente gélido que poco bien le hace al equipo.
El error estratégico puede ser solo eso, un error. Lo peor es si es un síntoma. Durante fases del último ciclo, y aprovechando la ebullición popular que creaba Salvo (no es esto una reminiscencia, él se fue porque tenía muchos compromisos, ¿no?), con todo un despliegue de relaciones públicas, Mestalla se regeneró; externa pero sobre todo internamente, despertando un furor que fue causa y consecuencia a la vez del gran rendimiento del equipo en casa.
Más delito hay cuando en lugar de aprovechar esa calentura social se ha propiciado su desactivación. No son solo los precios. Si hasta Nuno suena al Unai más arisco de nuestros tiempos. Lo de que Mestalla no luzca desangelado necesita solución, pero todavía más urgente es que el Valencia deje de ser un club viviendo a puerta cerrada.