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opinión

Valencia, club de las afueras

6/06/2019 - 

VALÈNCIA. Distorsiones. Debe ser porque los parabólicos toman el control de la estructura (Longoria y Santomé) por lo que el tratamiento de la información próxima destila aires de fútbol internacional. ¿Cuándo comenzó a ocurrir que a través de prensas nacionales supiéramos más del Liverpool, de sus celebraciones, de su épica, de la dentadura de su entrenador… que de todo aquello relativo al Valencia de la copa sevillana?

Me resulta una traición a nuestros principios caer en el lamento, en la dependencia psicológica respecto a medios que sentando la cátedra de la nación informativa acaban recluyendo el interés tan solo en aquello que les circunda. ¿Pero cuál es, si no, la alternativa a este empastre?

Gana el Valencia la Copa y la reacción es la derrota del Barça. El Barça perdiendo frente al propio Barça. El Barça viéndose rebasado a la carrera por el mismísimo Barça. Reducido el rival a comparsa subsidiaria. Celebra el Valencia la Copa y la reacción es poner el foco en las partituras sobre Hugo Duro, un personaje menor sobre quien nadie tiene más interés que el de reproducir el canturreo de una narración carismática. Va a terminar Burruchaga condenando la narración de Víctor Hugo del gol de Maradona. ‘Va a tocar para Burruchaga’.

Sale València a la calle y… y lo que acaba apareciendo es Liverpool esparcido alrededor de toda su ciudad. Son disfunciones que nos colocan más allá de la periferia. Más allá del fútbol de un mismo país. El hype de las ligas foráneas termina rebasando el impacto de los clubes nacionales. La trampa del interés recibido versus el interés generado. No nos engañéis, es un desdén fabricado con el ahínco con el que Tebas repudia retrospectivamente la final copera entre Recre y Mallorca. 

Salta el escándalo entre Huesca y Valladolid y la tentación de tejer correlaciones con la caída del Getafe desde la Champions es demasiado poderosa en algunas terminales mediáticas. Como si no fuera suficiente con aclarar que el Valencia pasaba por allí, era actor pasivo y, a punto de palmar en el primer tramo de Zorrilla, hizo el partido que debía.

Al menos una derivada satisfactoria: ya no cunde el disimulo. 

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