VALÈNCIA. Si alguna vez visitan el Memorial del Holocausto de Nueva Inglaterra, en Boston, en el estado de Massachusetts, se encontrarán con un enorme grabado en piedra donde aparecen los versos de un desgarrador y famoso poema atribuido al reverendo Martin Niemöller: "Primero fueron a por los judíos, y yo no hablé porque no era judío. Después fueron a por los comunistas, y no hablé porque no era comunista. Después fueron a por los católicos, y yo no hablé porque era protestante. Después fueron a por mí, y para entonces ya no quedaba nadie que hablara por mí". El pastor retrata, con toda la crudeza posible, .la cobardía de los intelectuales alemanes, que se mantuvieron impasible tras el ascenso de los nazis al poder y la consiguiente purga de sus objetos escogidos.
Si alguna vez visita el estadio de Mestalla, en Valencia, España, no tendrá la suerte de encontrarse con un grabado en piedra en los aledaños del estadio, aunque le bastarían cinco minutos de paseo por la Avenida de Suecia para que el personal les cuente cómo están convirtiendo un club histórico en una sociedad histérica. Primero, aprovechando que era susto o muerte, fueron a por la mayoría accionarial, pero el valencianismo, con más entusiasmo que información, no se unió porque no era el momento. Después fueron a por Marcelino, artífice de un equipo campeón, en una decisión que tenía más que ver con el ego del máximo accionista que con una gestión profesional, pero el valencianismo no se unió porque no era el momento. Después fueron a por Mateu Alemany, vertebrador único vestigio de credibilidad y coherencia de un proyecto de éxito, pero el valencianismo no se unió porque no era el momento.
Después fueron a por Parejo, Rodrigo, Garay y hasta el apuntador, haciendo pasar por malos de la película a jugadores que habían engrandecido al club, pero el valencianismo no se unió porque no era el momento. Y ahora van a por el Valencia CF, un enfermo intubado y en fase terminal, con una economía comatosa que arrastra una deuda mastodóntica y un fondo de maniobra tan negativo que podría estar patrocinado por Polaroid, que amenaza con la disolución, extinción y desaparición de un sentimiento centenario, pero el valencianismo sigue sin unirse porque todavía no es el momento.
Valencianista el que lo lea. No deberían hacer demasiado caso a los consejos de un reconocido atlético, pero desde esta tribuna valencianista me permito darles un humilde consejo: valencianistas, es ahora o nunca. Únanse de una santa vez, porque está en juego su club, su amor incondicional, su tradición, sus mitos, ritos y símbolos. Dejen de preocuparse por Meriton y ocúpense de Meriton. Dejen de seguirle el juego a los ‘peterliebers’ de las redes y a los mercachifles mediáticos afines a la propiedad y busquen denuncia, veracidad y credibilidad. Y por encima de todas las cosas, sepulten los tradicionales reinos de Taifas, entierren las guerras intestinas de toda la vida, olviden las cicatrices del proceso de venta y únanse para salvar al gran amor de su vida, el Valencia CF. Falta hace.