La realidad es que algunos ladran y el Valencia cabalga: 13 puntos de 15 posibles. Próxima estación, Sánchez Pizjuán. Desafío frente a un enemigo íntimo y rival directo, con un colchón de ocho puntos – nueve contando el goal average-, y en caso de ganar, el VCF tendría encarrilada la plaza Champions...
VALÈNCIA. Fue difícil sostener que el Valencia CF estaba en el camino correcto. No fue fácil, la verdad, porque hubo un momento en el que hacía mucho frío cuando se acumularon derrotas, goles encajados, lesiones y la eliminación de Copa. Se dijo que los Marcelino Boys no volverían a jugar como en la primera vuelta, que el equipo era peor de lo que se decía y que el equipo corría el riesgo de desinflarse. Se dijo que el Valencia CF no jugaba a nada, que había dimitido y que más dura sería la caída. Como en la victoria todo es color de rosa y en la derrota, todo son reproches, alguno olvidó que el trabajo seguía siendo buena y la dirección, la correcta. Hoy que las aguas han vuelto a su cauce y que el equipo ha ganado en confianza porque, jugando bien, mal o regular, ha vuelto a conseguir lo más importante del fútbol, el resultado, la realidad es la que es. El Valencia CF, sin haber alcanzado su mejor versión, sin haber efectuado un juego como para partirse la camisa y teniendo todavía mucho margen de mejora, suma y sigue. La calculadora de Marcelino echa humo y el equipo, ese que según muchos se iba a caer y no se sabe cuantas cosas más, ha conseguido ganar 13 puntos de los últimos 15 en juego.
Ganó al Levante con claridad y en vez de resaltarse eso, se dijo que había existido un presunto atraco al equipo granota, ignorando que antes hubo un penalti catedralicio sobre Kondogbia. Se dijo que el Valencia había recibido ayudas, pero nadie pareció reparar en que, por ocasiones y por fútbol, fue superior al rival. Después ganó al Málaga, a domicilio, en un partido agónico donde fue de menos a más y se impuso a un rival tan entusiasta como necesitado. Se dijo que el Valencia no había merecido ganar, pero se obvió, por alguna razón ignota, que ganó sin jugar bien, algo que siempre se resalta y hasta elogia cuando eso lo hacen Madrid o Barça. Más tarde ganó a la Real, sin nada del otro jueves y con el codo de Neto de por medio. Se dijo que la Real mereció más, pero no se comentó que hay una enorme diferencia entre jugar bonito y jugar bien, que son términos que se parecen, pero no son lo mismo. Días después empató ante un Athletic pujante. Se dijo que de no haber sido por el penalti detenido por Neto, se habría perdido, pero nadie dio el punto por bueno en un estadio en el que sólo han logrado ganar el Atlético y el Barça, que no son el Bob Esponja CF. Este fin de semana, el VCF ganó, con autoridad, a un Betis que se quejó, amargamente, de un posible gol legal que el colegiado no le concedió. Se dijo que el Betis tuvo más la pelota y que el árbitro le perjudicó, pero no una cosa es la posesión y otra, bien diferente, la definición, que es lo que cuenta, aunque mucha gente confunda la velocidad con el tocino. Es lo que hay.
La realidad es que algunos ladran y el Valencia cabalga: 13 puntos de 15 posibles. Próxima estación, Sánchez Pizjuán. Desafío frente a un enemigo íntimo y rival directo, con un colchón de ocho puntos – nueve contando el goal average-, y en caso de ganar, el VCF tendría encarrilada la plaza Champions, para poder centrarse en la lucha por el tercer lugar. Está muy bien hablar de las controvertidas decisiones de los árbitros, de los merecimientos de los rivales, de la posesión y de otras historias para no dormir, pero el VCF ni puede ni debe detenerse a contemplar el paisaje, ni a pedir perdón por ganar cuando lo hace. Hay veces que el valencianismo pierde energías en dar explicaciones, cuando, con la venia y por experiencia propia con el Atlético de Madrid, les puedo asegurar que no merece la pena. El VCF no necesita dar explicaciones: el valencianismo no las necesita, sus enemigos no las creen y los idiotas no las entienden. El fútbol es ganar. El resto, literatura. Y a veces, cuento.