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VCF, víctima de un conflicto global 

1/10/2020 - 

VALÈNCIA. Me da la impresión demasiadas veces que vivimos en la recepción de una realidad que sucede detrás de la puerta. Que nos entretenemos con cuitas irrelevantes. Que miramos cómo almuerza Anil Murthy y su corte mientras el verdadero convite sucede detrás de los focos. Que asistimos a una obra creada como una simulación, cuando la obra verdadera sucede tras la tramoya.

El canal La Media Inglesa -posiblemente uno de los mejores ejemplos de nuevo periodismo deportivo de nicho- informaba en los últimos días de las pruebas, tan evidentes como publicadas, entre el Wolverhampton y Jorge Mendes. La participación recíproca entre Fosum y Gestifute. La simbólica asimetría entre cómo le costó menos al grupo chino Fosum su participación en los Wolves que en Gestifute (a través de Start SGPS). El recambio, tras la prohibición del TPO (third-party ownership) y la propiedad de los futbolistas en manos de tercero, por la concepción de algunos clubes como meros depositarios de derechos de jugadores. Puros clubes TPO. 

Como derivada, un popurrí de intereses, un conflicto desatado que pide a gritos la intervención de los legisladores y pone en jaque a los nuestros, a culturas futbolísticas enraizadas a una idea de club-ciudad reventada por completo, reemplazada por equipos que son recipientes de derechos legales. Como si la única vocación de poseer una sociedad deportiva fuera poder depositar futbolistas. 

Nos sigue costando años asumirlo, remilgos por superar, quizá sea demasiado crudo aceptarlo, pero… cuántas evidencias más necesitamos para comprobar que la soberanía del VCF está cedida a intereses de terceros. Que, como ha sido bien palpable, muchas incorporaciones no se han producido en base al beneficio deportivo del Valencia (incluso en aquellos casos en los que han resultado excelentes refuerzos). O, en fin, que buena parte de los movimientos responden a razones que no se fundan en Mestalla.

Por supuesto, esto no significa que haya detrás una planificación maligna para dañar al Valencia. Ni tan siquiera eso. Porque no es perjuicio, es desdén.

Al imaginar al Valencia como un club pantalla en mitad de una orgía de influencias e intereses cruzados, se entienden mucho mejor las cosas. Mientras, en nuestro día a día, seguimos quedándonos en la representación que tiene lugar en el teatro de las marionetas. 


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