Los finiquitos siguen, no paran. Si nos ponemos a sumar desde que se instauró la moda nos sale una cantidad obscena de dinero gastada en desfaenats. Que igual nos hubiera servido para acabar el Nou Mestalla. Qué desperdicio de dinero en gente que no aportó una mísera idea al club para hacerlo mejor
VALENCIA. El asunto no es capital, salvo que el tipo caiga mal, claro. Por eso, dependiendo del momento pasa desapercibido o es noticia de portada. En este Valencia del nuevo siglo hay una sangría recurrente, se llama finiquito. Contrato blindado para los amigos. Y que no ha dejado de sangrar las arcas del club desde que se puso en práctica en el año 2000. Eran tiempos donde la posible rentrée de Paco Roig amenazaba con dejarlos a todos en el paro y sin beneficio, había que blindarse para paliar posibles hambrunas.
La veda fue abierta por Beatriz Delgado, una abogada, seca, siempre de mala leche, consejera que conspiraba desde dentro para cargarse a Llorente, y que finalmente abandonó el club con 1,2 millones bajo el brazo. Eso, sin contar las minutas que le pasaba al Valencia por ejercer de abogada/secretaria/portavoz ocasional del consejo. Desde entonces ha sido un no parar.
Tampoco seamos absurdos, no vamos a pedir un voto de pobreza para trabajar en el club. A mí no me duelen los sueldos de los ejecutivos. Me duelen los sueldos estratosféricos a incompetentes. Los contratos blindados a amiguetes, firmados generalmente para tirarlos al poco tiempo y solucionarles la vida. Lo que me molesta son las soldadas a tipos que se los rascan a dos manos. Destinar ese dinero en lerdos en lugar de gastarlo en gente competente.
No hace mucho teníamos a un fenómeno de estos cuya jornada laboral consistía en tomar cafés con periodistas por la mañana, ir al gimnasio, comer con periodistas, hacer dos entrevistas al año para explicar los packs champions en alguna radio amiga, contestar dos mails, y cenar con periodistas. No le pagaban por ser informante, sino por ser relaciones externas. Le pagaban por pasarse de vacaciones todo el año. Jamás encontré un cargo más disparatado que ese en una empresa.
No digo nada de Javier Gómez, el hombre que aprovechó sus 24 horas en el poder para solucionarse la vida, que me encierran.
Los finiquitos siguen, no paran. Si nos ponemos a sumar desde que se instauró la moda nos sale una cantidad obscena de dinero gastada en desfaenats. Que igual nos hubiera servido para acabar el Nou Mestalla. Qué desperdicio de dinero en gente que no aportó una mísera idea al club para hacerlo mejor. Que no generó ni un céntimo más del que había cuando entró.
Un día, cuando la adolescencia imperante rebaje sus decibelios, tal vez, alguien descubra que el Valencia de la modernor acabó haciendo todo lo que le criticó al Valencia de la rancior. Amiguismos, blindados, aparatos mediáticos al servicio del poder...etc Curioso que los que se reían de los vetados en época de Llorente ahora lloren por ser ellos los apartados, y viceversa. Vivimos en un profundo océano de hipocresías y egolatrías.
Cuando llegue ese relax, puede que alguien nos cuente algo de la visa de Douwens, que alguna historia circula por ahí que se debería, como mínimo, desmentir. Y también por qué un tipo que tenía casa -no de las baratas- y coche -no un Seat panda- sufragados por el club, y supuestamente se llevaba 600 mil netos a la butxaca, sólo se dedicó 60 días al marketing y 305 a ejercer de comisario político.
Una de las partidas más obscenas de las primeras cuentas de la era Lim son los 4,1 millones que le ha costado al club la limpieza estival. Hagas donde hagas la división siempre se antojan cantidades excesivamente generosas. Premios firmados al albur de la fidelidad al presidente, salvaguardando sus intereses bien ante un posible descabalgo por parte de los poderes, o una venta que trajera aires nuevos. Que es lo que acabó sucediendo.
Desconozco si esto sigue, la verdad. Lo descubriremos cuando se vayan, como siempre. De momento, los que hay tampoco abandonan el patrón. El inversor que venía a dar un salto tiene más de terraqueo de lo deseado y menos de cosmopolita de lo esperado.
El asistente preparado a la calle, para poner al socio del hotel Manchester. El que aconseja (ejem) sobre jugadores, socio y amiguete. El entrenador, el friend del friend. El que tiene que traer los cacaus, mano derecha de Peter Kenyon en el United; un tipo del que no se habla mucho, pero es el otro colega en la sombra del dueño. Gente de confianza, la llaman. Al menos parecen cualificados en su gran mayoría.
Si lo son, como si ganan 20 millones al año. Competentes es lo que necesitamos. Pero que lo sean, porque si no, y eso lo dirán los días, la era Lim no conocerá la paz durante mucho más tiempo.