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OPINIÓN

Vive el bajón

Existe una corriente que utiliza el pasado para mentir. La memoria como arma. La odio. Si algo es el Valencia es un bucle en constante funcionamiento. Todo lo que le sucede encuentra eco en su pasado, todo. Nada nos llega por estrenar. No se puede afirmar con ligereza tantas cosas como se afirman últimamente...

28/12/2016 - 

VALENCIA. Existe una corriente que utiliza el pasado para mentir. La memoria como arma. La odio. Si algo es el Valencia es un bucle en constante funcionamiento. Todo lo que le sucede encuentra eco en su pasado, todo. Nada nos llega por estrenar. No se puede afirmar con ligereza tantas cosas como se afirman últimamente. El ayer es ideal, prestigioso, porque nadie recuerda el olor a pies, ni el frío, las heridas o el hambre que se pasó, solo se rememoran los buenos momentos, que son los más dolorosos. Lo vintage tiene trampa.

Ya, se supone que esto debería estar acabándose y no hacemos más que profundizar. Como una macabra ironía estamos como estaríamos con la democratización o las hilarantes alternativas del poder valenciano; pero con un millonetis de corte solerista al mando. Lo que llega clamando modernidad también engaña. Lo moderno fue ayer.

Esto jode. A unos por conciencia, por haberse embarrado a lo loco en una aventura que ya venía con luces de neón anunciando unas intenciones a las que no se les quiso prestar atención. A otros les encanta por el 'ja ho deia jo', y a los de más allá porque les va el plato de comida en la troleada. Lo bueno siempre es lo que no tienes.

En lo mío, hablemos ahora de mi caso, empieza a caerme muy mal el Valencia. Cada vez peor. Todo él. Los que juegan, los que mandan, los que se sientan en la grada y los que lo rodean. Una antipatía desarrollada al completo. Verle o escribirle se convirtió en un incordio.

Es un creciente sentimiento anti que nace en vaso colmado, toda gota desborda. Aunque nos parezca el asunto muy reciente, llevamos demasiados años padeciendo estas situaciones; dos legislaturas de entorno en permanente estado de cabreo/frustración que (nos) ha llevado a despreciar buenas temporadas o a venderlas como el fin de los tiempos para acabar estrellados en una orgía de millones en jugadores que jamás igualaron aquellos rendimientos.

Dos años hace que me cuesta entender la lógica del mundo valencianí. No entiendo ese intento de golpe por un brasileño con riesgos futuros y observar ahora silencios obscenos con fichajes de lesionados crónicos. Tampoco que se llenen bocas alegando al compromiso y blas-blas-blas varios viniendo de corear al mayor caradura que tuvo esta plantilla, usándolo en contra de quien se atrevió a sentarlo por no cumplir con los discursos que hoy exige el público.

Pero es que es peor. No se aprende. El turno esta vez es para el tipo más profesional que hubo jamás en nómina. La incoherencia no sólo reside en las altas instancias. 

También encuentro indignaciones por asuntos que considero absolutas chorradas mientras de aquello que creo capital se pasa olímpicamente, incluso tolerándose. Es una sensación de distanciamiento bastante rara, como si hubiera llegado de otro planeta. ¿Qué narices hace Mestalla rompiendo el silencio sólo para insultarse unos a otros?

Son cosas viejas. Todos los días lentejas en la mesa, a la larga, acaba produciendo rechazo por buenas que estén, y más si se contrató a un nuevo chef con visos a renovar la carta.

Estamos tan así que nos rasgamos las vestiduras por una caricatura en lugar de hacerlo por la realidad que se plasma en ella. Que a ojos del mundo no es otra que la de un Valencia reducido a cantera de los grandes. Sospecho que eso de que hasta el apuntador se chotee de nosotros tiene que ver con que aquí nos respetemos cada vez menos. ¿Cómo vas a ser fuerte fuera, si no eres capaz de serlo ni en tu propia casa?

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