Por alguna cuestión que se nos escapa, el entrenador cree que obtendrá resultados distintos manteniendo imperturbables sus métodos...
VALENCIA. Voces de Chernóbil es un libro en el que sólo hablan los muertos. En un pasaje, un anciano relata cómo a la mañana de la explosión del reactor desaparecieron las abejas, los pájaros, las moscas, los animales del bosque... "Para encontrar una lombriz, tenías que cavar 3 metros. La naturaleza sabía qué tenía que hacer. Nosotros sin embargo esperamos a que nos dijeran por la tele cómo salvarnos". Cuando lo hicieron ya estaban muertos.
Los jugadores del Valencia, comprometidos y sabiendo qué se jugaban, salieron en tromba de la nevera rusa y fueron hacia los micrófonos a pedir perdón. Demostrar su calidad ante los periodistas, parece, es lo único que hacen bien con cierta regularidad.
Los valencianistas, si es que alguno queda a estas horas, esta vez sí entendieron lo que pasó anoche. No como en Vigo, aquello es probable que no se entienda nunca. Al modo de los campesinos bielorrusos que creían estar viviendo el inicio de la III Guerra Mundial, cuando en realidad estaban siendo radiados con cesio-137 a la hora del desayuno.
Dijo Nuno en la previa que el Valencia saldría al Petrovsky Stadium a imponer su estilo. Y lo hizo a la perfección. Porque el suyo es un equipo que conserva las virtudes del muerto viviente, y ya se sabe que en la nieve el zombie pierde su única capacidad motriz, atraparte en un descuido.
Por alguna cuestión que se nos escapa, el entrenador cree que obtendrá resultados distintos manteniendo imperturbables sus métodos. Por ello el Valencia, para atajar el fatalismo, necesita construirse coartadas que justifiquen desapariciones tan pavorosas. Como esa señora que le cuenta a Svetlana Alexievich que decidieron dar media vuelta y abandonar el retén de evacuación a sabiendas que todo en su granja estaba envenenado "porque nada es para siempre, tarde o temprano las cosas se arreglarán solas". Ahora hace queso radioactivo; como Mendes los fichajes.
Propuso el Zenit un partido cómodo, una cesión del balón que fue puro engañabobos, los del mediterráneo ronronearon con él y a veces lo cedían como cede un anfitrión su silla a una bella dama. Vilas Boas, un personaje de lo más curioso, puso al descubierto el despropósito que alcanzó este equipo. Tanto en la ida como en la vuelta tuiteó su táctica. Nadie en Valencia pareció estar conectado a esa hora. Mantener el tuiter de este luso no vale ni 60 euros, pero a las cuentas del murciélago le costará varios millones.
Pasa que el Valencia se acostumbró a salir a ciegas a los partidos porque su entrenador se creyó tan bueno que dejó de prepararse para el examen. Por eso lo de este curso está siendo como despertar y encontrarse un mundo que se creía haber dejado atrás. Una decepción tras otra: Gayà, André, Fuego, Espirito Santo, Lim... ni siquiera Feghouli es calvo de verdad.
En realidad, Voces de Chernóbil podría estar hablando del actual Valencia. Mientras Nuno espera a que le digan por la tele que ya está muerto, la fauna de Mestalla va abandonando el barco. Igual que el gobierno Ruso, que sabiendo que el reactor había estallado mantuvo el silencio, dejando que soldados y civiles murieran ionizados sin necesidad. A ver si Lim reacciona igual de tarde, y un tercio de Valencia, como Bielorrusia, amanece radioactivo para un millón de años.