VALÈNCIA. No tener apenas información sobre Peter Lim, más allá de lo que muestran sus hijos en sus perfiles de Instagram o de lo poco que se expone el hijo del pescador, apenas para difundir sus becas juveniles en Singapur o sus encuentros con Cristiano Ronaldo, incentiva la imaginación; al menos la mía.
El daño que su gestión está provocando en el Valencia CF me empuja a imaginármelo como a un villano de manual o como un 'mad doctor', ya lo he comentado en alguna otra ocasión. De ahí la imagen que encabeza esta opinión, obra de mi hermano Luis Furió, que le da lustre a estas cuatro palabras que junto aquí esta semana. Luisfu, un histórico del periodismo deportivo valenciano, es, además, un estupendo dibujante con una sensibilidad artística envidiable.
Volviendo a Lim, fantaseo con el bróker de Singapur acariciando a su gato blanco de Angora, como hacía Ernst Stavro Blofeld, Número 1 de Spectra, en las pelis de James Bond. Y me lo figuro sentado en la mesa de su despacho frente a un montón de monitores de televisión desde donde observa el mundo que controla. Fuera, en la puerta, y esto no es fantasía, es realidad, lo protegen sus guardas, exagentes del Mosad, la agencia de inteligencia de Israel.
Esta semana, por ejemplo, en una de esas pantallas Lim ha observado como Joan Ribó, un político valenciano que le cae simpático y que le recuerda a algún actor de Hollywood, ha vuelto a pronunciarse sobre el estadio de la avenida de Cortes Valencianas como si estuviera en otro plano del espacio-tiempo. A su lado, otra persona que no conoce, Papi Robles, con cara de entenderlo todo pero, realmente, de no entender nada. "Lástima que no siga de alcalde, me cae bien", pensará Lim de Ribó.
Entonces, de reojo, supongo que el magnate habrá mirado hacia una pantalla que siempre muestra la misma imagen: la del estadio que heredó y que le da pereza acabar, pese a contar con 80 millones que duermen en un cajón con un coste económico anual que ya ha pasado factura. Un secarral, donde la novedad de esta semana son los charcos después de las lluvias de este semana.
Hay otro monitor que Lim mira con cierta atención. Es uno en el que se ve a Germán 'Pum' Cabrera, su abogado de cabecera desde el proceso de venta. Cabrera barre en los juzgados todas las demandas de las plataformas opositoras. Es su mejor púgil, su campeón. Estos días, el letrado y, al mismo tiempo, secretario del consejo de administración del club, anda negociando con el Partido Popular el convenio por el nuevo estadio. Nadie sabe exactamente qué.
Del monitor en el que aparece Cabrera, Lim desvía su vista al que tiene en primer plano a Layhoon Chan, la presidenta, su primera dama. Antigua dama de hierro de Meriton, Layhoon ha quedado arrinconada. O eso parece. Y con ella toda su estructura del 'Management Local', los muñecos de guiñol que tiene en Valencia. Escribirles los guiones es otro de su divertimento.
En ese momento piensa en Miguel Ángel Corona y se detiene en su monitor. Esta durmiendo. Medita llamarle de madrugada en España para desmontarle algún fichaje. Eso le divierte y su empleado no se queja. "Es ideal", murmulla Peter.
En otro televisor escucha una voz aguda que le suena familiar. Es Javier Tebas, su amigo, el jefe de LaLiga en España. Está con otro tipo que antes trabajaba en el Valencia al que apodaban 'el Enterrador'. Tebas, en una charla con periodistas, vuelve a justificar su reinado en València. Lim, sonríe.
Luego dirige la vista hacia su izquierda. En pantalla está Miguel Zorío, una mosca cojonera. “He localizado la sede de Meriton Holdings y Meriton Capital en un edifico de oficinas de Hong Kong. Es un nido de empresas que se dedican a blanquear dinero por todo el mundo”, escucha a Zorío. Entonces, baja el volumen. El exvicepresidente le repele tanto como Sandra Gómez, una política lenguaraz y muy ruidosa, que Layhoon detesta.
Finalmente, en su repaso diario antes de acostarse, se dirige hacia el monitor que está fijado en la ciudad deportiva de Paterna. Observa a Rubén Baraja, un chico al que no conocía y en el que no creía, que está valorizando canteranos. "Eso es, entrenador", dice en voz alta, y le pasa por la cabeza invitar algún día a Baraja a Singapur, aunque no tiene el pedigrí suficiente como para sentarse a su lado.
Así me imagino a Lim. Como un 'voyeur' del enredo, un mirón que disfruta del caos que ha generado en Mestalla.
Pero lo mejor de todo este cuento que os he contado es contar con la ilustración de Luisfu. Mi hermano. Y es un gustazo.