Ya nada suena igual

VALÈNCIA. Mañana hubiera celebrado su santo y la semana que viene su 55 cumpleaños junto a lo que más quería: su mujer y su hijo. No le hubiese hecho falta nada más. Pero Reina no podrá hacerlo. El maldito COVID nos ha dejado sin el mejor técnico de radio que jamás conocí, pero sobre todo, ha dejado a Estrella y Alejandro sin su marido y su padre. No hay palabras de consuelo para ellos tras una pérdida así. Sin embargo, ambos serán capaces de dibujar una sonrisa al saber que José Manuel se marchó dejándonos un legado tan inmenso que su esencia siempre formará parte de quienes tuvimos la enorme suerte de compartir un trocito nuestra de vida junto a él y también de aquellos que no lo hicieron. Para estos últimos, el Valencia, demostrando su grandeza, ha decidido bautizar el estudio de su radio oficial con el nombre de José Manuel Reina Blasco. Un gesto que permitirá a las nuevas generaciones preguntarse qué hizo este hombre para ganarse tal reconocimiento y cuya respuesta será muy simple: amar al club por encima de todas las cosas sin pedir nada a cambio.

Porque si Reina era algo era buena persona. Alguien dispuesto a ayudar para que tu día a día micrófono en mano fuera más sencillo. Con él, todo sonaba mejor. Hasta cuando te corregía cualquier error. “Nene, atiéndeme, no tienes ni idea”. Así arrancaba muchas veces una conversación y lo cierto es que en su afirmación había mucha verdad. Recién aterrizado en Ràdio 9 servidor iba como pollo sin cabeza y él, sin que nadie se diera cuenta, te redirigía hacia el camino correcto. Para él no había distinción.

Recuerdo mi primer desplazamiento con el equipo como si fuera ayer. Salva Folgado, entonces inalámbrico del Valencia y hoy una de las grandes firmas de este periódico, no podía estar y los jefes me dieron la alternativa. Me temblaban las piernas. Tocaba viajar a Sevilla y yo quería pasar lo más desapercibido posible. Casi ni hablaba para no llamar la atención. Pero con Reina cerca resultaba imposible. Le había dado por jugar a esa Play Station pequeña que era portátil, nadie conseguía ganarle al videojuego de fútbol y como yo era el nuevo me retó. Era el peaje a pagar. Decirle ‘no’ a Reina resultaba una misión imposible. Pues bien, hoy, más de 10 años después, puedo decir que le gané; 2-0 si no me falla la memoria, pero como él siempre hacía conmigo cuando me corregía, nunca lo dije. Esa tarde supo que yo quería jugar en su liga. Eran tiempos felices y no nos dábamos cuenta. Aquella redacción de Blasco Ibáñez 136 que tanto caló en los oyentes será irrepetible. Y más todavía sin José Manuel porque nunca sonaría igual.

Como tampoco sonará Mestalla el próximo domingo. El minuto de silencio en su memoria es la mejor de las metáforas para decirle adiós al bueno de Reina quien, desde arriba, empujará, como ya lo hizo el pasado domingo con el filial, para sumar ante el Granada los tres puntos que tanto necesita el equipo. Porque José Manuel siempre anteponía el bien de la entidad a cualquier debate coyuntural que se generara entorno al club. No le iban las guerras. Todo lo contrario, era de esa gente que, con la socarronería típica valenciana, intentaba siempre acercar posturas. Tender puentes fue siempre la mayor de sus virtudes. Una cualidad que ahora nos vendría que ni pintada para, al menos, salvar una temporada complicada. 

Y yo, como él haría, pensaré que el regreso de los cuatro sancionados permitirá ver una versión del Valencia muy diferente a la de las tres últimas salidas. Que con Paulista, Gayà, Soler y Maxi el equipo estará más cerca de ganar y que no importa si Gracia transmite más o menos en sus ruedas de prensa porque el míster no salta al campo. Y por supuesto que el domingo no es día de hablar de posibles ventas ni del estadio ni de ningún príncipe. La realeza, que no se sí acabará apareciendo por el Cap i Casal, tampoco juega. Excepto una, mi Reina. Nuestro Reina.