VALÈNCIA. Reconozco poca comprensión: alguien capaz de blandir los papeles de la mentira una y otra vez, exponiendo al Valencia ante el abismo de matarifes societarios, debería sentirse inhabilitado para fiscalizar y más todavía para proponerse como alternativa. Miguel Zorío hace demasiado tiempo que sirve de recordatorio sobre por qué el Valencia no ha sido capaz de escapar de sus propios lastres.
Lejos de tomárselo con recato, Zorío está embarrando su propia figura. Da un poco de apuro ver a un ex vicepresidente del club degradarse para hacer oposición, dándose al sensacionalismo a propósito de la dolencia del nuevo entrenador. Ha dicho: “Mendes ya nos trajo a un lateral cojo y ahora nos trae a un entrenador enfermo. Una más de Peter Lim, que lo que debe hacer con Gattusso es ofrecerle los servicios de sus hospitales en Asia para darle calidad de vida en esta tremenda enfermedad".
Si el antiguo muñidor de Vicente Soriano tuviera una estrategia, ésta es bastante garantista con la continuidad de Lim. Da donde menos duele. ¿Qué aporta cuestionar la salud de un entrenador recién llegado?, ¿qué se puede conseguir con eso? Equivoca un debate que sí existe: el de un modelo por el cual no es el Valencia quien elige entrenador en base a sus intereses, sino que se lo eligen. Esa era la vía para asestar unas cuantas preguntas: por qué Gattuso / quién lo decide / por qué antes el entrenador que el ejecutivo deportivo.
Ante una nueva fase -ya bastante manifestada- en la que el holding que domina el Valencia va a expresar un relato basado en el trampantojo de la cercanía y la sensibilidad territorial, como única manera de desanudar el colapso que había alcanzado, la oposición a Meriton requiere sobriedad y templanza. No actuar como unos sonados que disparan a cualquier objetivo.
Es sintomático que movimientos horizontales y anónimos combatan a la propiedad con más inteligencia y prudencia que los viejos peones del sistema.