ALICANTE. Sebastián Beccacece se esforzaba este lunes, tras la victoria de su equipo sobre el Andorra, en dar por zanjado el debate público sobre su continuidad en el cargo.
Vaya por delante que el técnico rosarino no lo originó, lo hizo el equipo con sus resultados, pero Beccacece sí lo alimentó tras la derrota en Gijón con sus declaraciones. A juzgar por lo que decía en la sala de prensa del estadio Martínez Valero, el preparador franjiverde daba entender que lo hizo con la intención de agitar a sus jugadores, tratar de que espabilasen de una vez tras la pobre imagen que habían ofrecido ante el Sporting, después del petardazo de Burgos, pero imaginemos la situación si Borja Garcés no llega a marcar y el Elche acaba empatando...
Beccacece asumió el riesgo (le va en el sueldo), jugó con fuego, lanzó un órdago a sus hombres y la jugada le salió bien, pero perfectamente pudo no ocurrir así: el resultado fue el que se buscaba y es verdad que los suyos demostraron en la primera mitad que estaban más que capacitados para conseguirlo, resolver el envite por adelantado, pero no lo consiguieron y se vivió un final agónico. A buen seguro que no se perseguía ese desarrollo del partido, aunque el resultado fuera justo e incluso (parcialmente) un desagravio para un vestuario (jugadores y 'staff' técnico) que ante el Levante, sin ir más lejos, mereció más que un punto.
"En el próximo partido la exigencia será la misma, pero ya no vamos a hablar más, que pase lo que tenga que pasar", decía el preparador rosarino anoche, después de haber proclamado su satisfacción por "la respuesta" de los jugadores ("Lo dieron todo") a la necesidad de ganar ("Como cuerpo técnico necesitábamos una victoria") que les había trasladado públicamente en la sala de prensa de El Molinón y reiterar que tanto él como el resto de los miembros de su 'staff' técnico quiere seguir ("Estamos contentos y felices"), pero que su continuidad "siempre va a estar en manos de Sergio (Mantecón) y Christian (Bragarnik)". Pues eso.