VALÈNCIA. La semana pasada no hice ninguna referencia al tema estrella de la Junta de accionistas del Valencia CF y mira que era goloso el asunto. Rico, rico.
El caso es que Kiat Lim, finalmente, no vino a la ciudad. El hijo del bróker, que prometió hace justo un año implicarse en el conocimiento de la historia y costumbres del club e involucrarse personalmente en la gestión del día a día y blablablá, estuvo presente telemáticamente y se papó las siete horas sin pestañear y tomando notas. Claro que sí. Es lo que vendió la fábrica de propaganda y mentiras de Meriton en Valencia.
Pese a que los escasos y combativos accionistas presentes -bravo por todos ellos- afearon su conducta y requirieron sus respuestas, Kiat no dijo ni mu. La realidad es que ni siquiera estaría conectado, porque la pantalla del smartphone o del portátil que debería estar utilizando para la ocasión no se mostró en ningún momento. Viva la credibilidad singapurense. Kiat ni siquiera hizo la jugada de conectarse, apagar la cámara y silenciar el audio. ¡Qué más da!
Su trabajo como primer caballero de Meriton en Valencia ha sido nulo. Su desinterés por Mestalla y sus cosas es el mismo que el de su padre. Es un conejo negro.
¿Por qué es un conejo negro? Os lo explico. Hace años, durante los tiempos felices del doblete, el fotógrafo argentino que trabajaba en el club, Marcelo Ullúa, un tipo excelente, se refería con su habitual gracejo a otro empleado. Le llamaba el conejo negro. Y cuando le preguntaban qué quería decir, Marcelo respondía soltando una carcajada: "Porque no lo hace trabajar ni un mago. El que siempre saca el mago de la chistera es el blanco". Aquello se hizo popular en la época. Hoy se hubiera hecho viral si Marcelo, ojalá, siguiera en el club y tildará de la misma manera a cualquier miembro del Local Management en los mentideros de Paterna.
Los Lim y su cuadrilla de empleados de confianza en Valencia son conejos negros y como esa plaga, grande y voraz que está devorando el campo, se están zampando lo poquito que queda del Valencia.