VALÈNCIA. A los que (por edad) nos tocó comernos los Mundiales a los ya era un triunfo que España estuviera clasificada (Argentina 78, España 82, etc, etc), nos hace bastante gracia los remilgos de diferente pelaje que algunos intentan imponer para afear la actitud de aquellos que disfrutamos de cada segundo de cita mundialista. El Mundial para los futboleros es un parque temático de la pelotita y te comes entusiasmado un Corea-Ghana que en condiciones normales no verías ni aunque te apuntaran con una escopeta de dos cañones.
Culpar a quien pretende disfrutar con el fútbol es tan injusto como desafortunado. El aficionado no es responsable de las decisiones de determinados dirigentes (eso por Valencia nos suena y mucho). Así que un servidor va a seguir disfrutando del campeonato (y mira que me costó asimilar un Mundial en invierno y sin Italia) y de la selección española.
Del Mundial lo que más me gusta precisamente es que no veo ningún favorito (aunque Francia por ejemplo este dando una sensación de solidez pese a todas sus bajas), y dada la tendencia del fútbol actual creo que no vamos a testar el auténtico potencial de las selecciones hasta que no lleguen los cruces de octavos. Cuando llegue el "mata-mata" (como llaman los brasileños al ganar o a la calle) vamos a comprobar la calidad de los equipos y su capacidad para sobreponerse a las dificultades.
En lo que respecta a España, me reservaré un triunfalismo que me huele a poner el listón muy alto para tener una excusa más para matar al seleccionador en caso de fracaso. Me gusta cómo está trabajado el equipo con sus virtudes y sus defectos (claro que los tiene), y me gusta que se le pueda plantar cara a cualquiera. En eso el fútbol español ha recorrido un camino que conocemos muy bien los que vivimos otras épocas, en las que cuando llegabas al pelotón de los ilustres sabías las pocas opciones que había para seguir en la pelea.
Y aunque sea impopular (porque el acoso y el absolutismo de los censores y sus colaboradores tiende a confundir el culo con las témporas para tejer su demagogia), a mi me gusta Luís Enrique como seleccionador. Incluso discrepando totalmente con la decisión que tomó con Gayà (que discrepo y pienso que lo que le ha ocurrido al capitán es una faena muy gorda), sus resultados y la personalidad el equipo que ha construido son incontestables. Además, creo que hay que pasar página por el bien del propio Gayà. Estar en casa le va a ayudar a pasar este trago, y eternizar el victimismo no le va a ayudar. Tampoco veo muy serio participar de conspiranoias que dan tanta pena como vergüenza ajena.
En eso casi están a la altura de los argumentos que el entorno mediático del Madrid (en un alto porcentaje el que sigue el día a día de la selección) le echa en cara a Luís Enrique; nada nuevo bajo el sol. Son los mismos que mataron a Clemente por limpiarse a la Quinta del Buitre, o los que dispararon inmisericordemente a Luís Aragonés cuando sacó a Raúl de la selección. Cuanta más personalidad demuestra el seleccionador de turno, más incendiarios son. Hasta el punto de haber leído o escuchado opiniones que te producen sonrojo, te dan vergüenza y te acaban haciendo comprender que el aficionado de a pie cada día dude más del profesional de la información y de una profesión ya herida de muerte. Que alguna trompeta (y algún trompetero) desafine no significa que la orquesta sea toda mala, pero habrá que penar con ello.
Ya nos enfrascaremos en lo de casa nuevamente en breve. Mientras tanto, háganme caso y disfruten del Mundial que no hay cita deportiva en el globo terráqueo que se pueda comparar.