VALÈNCIA. El 25 de julio de 1998, el Valencia CF se enfrentó a uno de los encuentros más surrealistas de su historia. El equipo entonces dirigido por Claudio Ranieri jugaba en la primera ronda de la recién creada Copa Intertoto, un trofeo a disputar en los meses de pretemporada y que otorgaba a su ganador una plaza en la Copa de la UEFA.
El bombo tuvo el capricho de que el primero de los emparejamientos fuera contra el Shinnik Yaroslavl. La ida fue en Mestalla y se resolvió de manera amplia para los valencianistas, quienes vencieron por 4 goles a 1. Farinós, Alain Roche y dos goles del Piojo López dejaron sentenciado el pase a la segunda ronda de la competición pese a quedar los 90 minutos de la vuelta en tierras rusas.
Yaroslavl es una desconocida ciudad rusa a 250 kilómetros del noroeste de Moscú, importante centro económico, con industria petroquímica, fábricas de neumáticos y motores diésel. Adentrarse en la Rusia profunda a finales de los 90 era toda una aventura que propició una de las imágenes más surrealistas del futbol mundial.
El partido era lo de menos dado el 4-1 de la ida y la vuelta ya pintaba desde el comienzo que muy al uso no iba a ser. Para comenzar, porque para llegar a Yaroslavl hubo que viajar casi con dos días de antelación desde Valencia, y una vez allí el surrealismo invadió cada segundo de aquella experiencia para los que realizaron aquel viaje
De entrada porque el hotel se asemejaba más a una casa de un film de terror de serie B que a un confortable establecimiento de hostelería. El lugar era tan poco fiable que los pocos jugadores que pudieron echar ojo lo hicieron enfundados en sus chandals para tener el menor contacto posible con la cama. La mayoría se reunieron a hablar o a jugar a las cartas en las habitaciones de compañeros reunidos en grupos.
La llegada al hotel fue ya un presagio de lo que les esperaba. Según recuerda el periodista Ximo Ballesta (en aquel entonces en el diario Las Provincias): "Llegamos al hotel y nada más hacerlo el encargado de la agencia que montó el viaje entregó los pasaportes de toda la expedición que era lo primero que te pedían para poder registrarte. Una vez con todos los pasaportes en su poder, el responsable del hotel les exigió 25 dólares más a cada uno por habitación. Pese a que se intentó demostrar que el precio ya estaba cerrado y marcado desde días atrás, la respuesta de los responsables del hotel fue que o se pagaba el incremento de precio o no volvíamos a ver los pasaportes".
El caso es que se llegó al terreno de juego y a Ballesta se le quedó grabada otra instantánea. Para marcar las líneas del terreno de juego, en lugar de hacerlo con el clásico carrito, había un señor con un cubo de pintura blanca a brochazo limpio repasando las líneas.
Tampoco lo tuvieron mucho mejor las emisoras de radio que viajaron para retransmitir el encuentro. Al llegar a sus posiciones, las líneas para conectarse tampoco estaban habilitadas. La situación se volvió a solucionar soltando algunos dólares "extra" que provocaron que se subsanara la anomalía de inmediato.
Antes de la tromba de agua que dio paso a la escena que nos ocupa, Nacho Cotino (entonces en la Cadena COPE) vivió otra escena que hubiera firmado el mismísimo Luis García Berlanga: "En algunas zonas del campo -como en la que estábamos- había más militares (debidamente armados y uniformados) que civiles. Uno de ellos que estaba cerca de mi cabina comenzó a entablar relaciones "amistosas" con una aficionada del equipo local y el tema fue a más hasta el punto que se dejó el arma en la repisa de la cabina en la que yo estaba retransmitiendo.
La intensidad fue subiendo de tal manera que ambos (el militar y la lugareña) fueron en busca de un lugar más apartado para seguir "conociéndose más a fondo". Antes de desaparecer el soldado en cuestión me pidió por gestos -no hablábamos ninguna lengua en la que entendernos- que le cuidara el fusil que llevaba. Y allí estuve yo narrando la segunda parte con un arma de fuego dentro de la cabina en la que me habían situado".
El caso que es que un poco antes del descanso comenzó a llover de una manera torrencial y el campo quedó anegado. En condiciones normales, el encuentro se hubiera suspendido, pero Cotino recuerda que "hubo una reunión en el túnel de vestuarios entre directivos de uno y otro conjunto, el equipo arbitral y los delegados de la UEFA. Dijeron que allí ni volvían, ni se quedaban un segundo más de los necesarios, así que el partido se acababa sí o sí".
Por eso se reanudó el encuentro y se vio la imagen más surrealista de la historia del fútbol. Fue en el tramo final del encuentro cuando el Valencia dispuso de un córner a favor por la parte izquierda de su ataque. Hasta allí se encaminó para ponerlo en marcha Gaizka Mendieta, pero al llegar se encontró con un problema. Había tanta agua acumulada en la zona que no se podía depositar el esférico en la esquina. La pelota flotaba con lo cual se hacía imposible sacar el córner. Acabó acercándose el sueco Stefan Schwarz quien puso el pie por debajo del balón flotante para elevarlo en corto y que Mendieta golpeara hacia el área local.
El partido, es lo de menos, acabó con 1-0 para los rusos y la clasificación para los valencianistas que junto con el equipo arbitral y la delegación de UEFA pusieron pies en polvorosa hacia Moscú con la intención de no volver por Yaroslavl nunca jamás es sus vidas.