Hoy es 15 de octubre
VALÈNCIA. Gestos como la continuidad de José Luís Gayà en la actual tesitura del Valencia CF tienen un valor descomunal. Mantengo, pese a que haya gente que me recuerde otros nombres de la historia del club (gracias porque nunca oí hablar de Puchades, Claramunt, Kempes o Villa), que si algún día se acaba el buñuelo de cemento de la Avenida de Las Cortes, ese estadio debería apuntar como idea a llevar el nombre del actual capitán del Valencia CF.
¿Significa con eso que un servidor piense que Gayà es el mejor futbolista que ha pasado por la historia del club? No, ni de lejos. Pero sí mantengo que su apuesta por seguir pese a todo lo que le rodea es un acto de respeto hacia este escudo de los más grandes que uno recuerda. Y llegados a este punto cabe recordar porqué se hace uno de un equipo (los argentinos dicen que se puede cambiar de partido político, de cónyuge o hasta de religión, pero jamás se puede cambiar uno de equipo), por la fidelidad en las buenas y en las malas. Y que esa filiación ideológica se ha quedado ya sólo para los aficionados; para los jugadores es una profesión en la que suelen ir donde mejor se les paga (como cualquier hijo de vecino) y los dirigentes generalmente no conocen diez minutos de la historia del club al que la empresa que lo compró les ha puesto a gestionar.
Y en el caso de Gayà el "pese a todo" es de unas dimensiones monstruosas y gigantescas. Porque los mismos que hoy corren a ponerse medallas en el pecho por la continuidad del capitán, son los que en 2015 lo mataron porque se dedicó a jugar y no hablar en el proceso de su primera renovación por el Valencia CF. Los que sí tenemos memoria recordamos el interés del Madrid en aquella época y la presión en determinados círculos para que Gayà saliera a realizar una declaración de amor eterno. La grave acusación que pesaba sobre el jugador era que "es de los Toldrá y como Salvo ha echado a Albelda y han traspasado a Soldado, lo quieren sacar del Valencia". Yo tengo memoria y me acuerdo exactamente de cómo mientras tanto se vitoreaba a un Otamendi que meses más tarde y de la mano de Mendes se marchó porque le daban "mucha más plata" dejando colgados a Nuno y al equipo en la previa de la Champions ante el Mónaco.
También hay que tener memoria para acordarse de cómo Murthy lo caló en 2019 por ser uno de los capitanes que apoyó ante Mateu Alemany la necesidad de luchar por la por la Copa. Por eso el depuesto mandatario y su corte de pelotas se pasaron dos años intentando quitárselo de encima y se demostró en los ya famosos audios que en su día se filtraron: ""A mí me encanta este chico, pero hay que respetar la ambición de querer jugar en la selección, de ir a un equipo de Champions. Si le digo que el año que viene voy a fichar poco me va a decir '¿y que hago yo aquí?. [Jesús] Vázquez va a ser nuestro lateral izquierdo para el año que viene". Y también tengo muy presente que el propio Murthy y Joey Lim viajaron a Barcelona para comer con Joan Laporta y ofrecer al jugador (también a Soler) ante los cantos de sirena que venían desde la Ciudad Condal. Y por cierto, también me provoca cierta hilaridad -porque conozco el paño- que los mismos que ponen ahora a Gayà de ejemplo lo mataran hace tres semanas en su reaparición contra el Rayo por un mal partido y le dijeran que no sabe ni centrar.
Y pese a todo ello, José Luís ha vuelto a decir "sí" al Valencia CF. Y ese sí, en medio de la crisis institucional más fuerte que ha vivido jamás este club, en medio de una época dominada por un señor que ha admitido abiertamente haberse quedado el club para sus negocios personales, ante una incertidumbre que te impide saber cuando volver a acercarte a los lugares que por historia te deberían corresponder, cuando has tenido a media Europa llamando a tu puerta y pudiendo forzar la máquina ante la proximidad de tu último año de contrato y la llegada de un mundial, ese "sí" por el tiempo y la forma vale más que los goles, los títulos o lo que cueste un nuevo estadio.
Pocas veces veremos un gesto como el de José Luís Gayà para dignificar lo que otros han ido matando poco a poco, el sentimiento de arraigo a un escudo y a unos colores; por eso el gesto y la memoria. Por eso este "sí" se debe valorar en el contexto actual, y por eso ese "sí" me parece -por el momento- insuperable.