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El guiso

20/10/2020 - 

VALÈNCIA. Se me ocurría esta mañana mientras intentaba explicarle a alguien de fuera de la Comunitat qué estaba ocurriendo en Valencia. Un buen amigo hostelero (un especial saludo para uno de los gremios más golpeados por la pandemia) me preguntaba a muchos kilómetros de distancia qué había ocurrido para pasar en un año de visitar estadios de Champions a pensar en alcanzar cuánto antes los 42 puntos necesarios para no ver peligrar la continuidad en la máxima categoría del fútbol español.

Tras darle muchas vueltas se me ocurrió llevar la pelota a su terreno. Mira -le dije- imagínate que me toca la primitiva y me compro un restaurante. Yo no tengo ni idea de hostelería pero tengo un amigo que es proveedor de otros establecimientos, así que obligo a mis cocineros a utilizar fundamentalmente sus productos -valgan o no para el tipo de cocina que se hace-. Además les obligo a cocinar las recetas como a mi me da la gana echando a la calle a quien ose decirme que esa no es manera de llevar el negocio, vendo la gran parte de cazos, sartenes y demás utensilios de la cocina sin reponérselos. Pongo al frente a un empleado déspota y (quitando el cocinero principal) lleno el restaurante de estudiantes de hostelería tanto en cocinas como en sala. Gente sin ninguna experiencia porque los jovencitos -que aún no están preparados para llevar adelante el negocio- me cuestan menos dinero que tener una plantilla de gente con experiencia...

La respuesta de mi amigo fue lapidaria, "para eso, mejor no haberte comprado nada porque esa fórmula está condenada antes de comenzar".

Y en esas estamos, con un guiso que cada año sabe peor e incita cada vez más a la arcada. Eso sí al responsable de este desaguisado le da todo igual porque él -y los suyos- comen en otros platos, mientras tú te llevas cada fin de semana el berrinche por ver cada día como un club grande y respetado ha pasado en unos meses a ser un saco de golpes de una dirección que cree estar por encima del bien y del mal.

Mientras tanto y por el camino, se ha transformado un restaurante de cinco tenedores en un comedor para precalentar pizzas congeladas en un microondas. Eso sí, "chef" preparados para aplaudir y hacer el besugo (al horno, o de cualquier otra manera) siempre va a haber. Mientras tanto, a ver cómo digerimos este engrudo.

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