El Levante se pone a brillar 

VALÈNCIA. "Cuando ha terminado el partido había mucha alegría, pero Iborra ha puesto a cada uno en su sitio. No podemos caer en la euforia". Son palabras de Javi Calleja tras la balsámica victoria del Levante este sábado ante un rival directísimo en la pelea por el ascenso directo. La pasión por dormir en la segunda plaza y vencer definitivamente el goalaverage con el Alavés -los granotas, ahora mismo, solo lo tendrían perdido un hipotético empate a puntos con Las Palmas- no puede taponar la necesidad de acelerar a fondo en la última recta de la temporada. Los próximos rivales, por entidad y objetivos muertos, son a priori asequibles, un factor que precisamente les hace más peligrosos -les puso nombre el técnico: los famosos "partidos trampa"-. 

Es por eso que los capitanes se encargaron de apaciguar el ardor del triunfo, porque si ya fue necesario ayer encajar bolillos por las bajas, en Tenerife no pinta muy diferente: Postigo y Joni se lo perderán por sanción, Álex Muñoz probablemente por lesión y, por si no fuera suficiente Róber Pier acabó la tarde tocado. Habrá que ver, durante la semana, si llega Saracchi y confiar en que el parón le haya sentado bien a un De Frutos que ha de volver a ser diferencial. Y es que el Levante ganó en Orriols una batalla especialmente importante, pero a la guerra le queda un mes de mucho plomo.

Eso sí, lo positivo es que el Ciutat -que según los datos oficiales de La Liga no se llenó hasta la bandera, aunque presentó un aspecto de auténtica fiesta- volvió a ver un equipo que convence. Fue el mejor partido que esta temporada ha cuajado el Levante, fue con la firma de un Pepelu a nivel sobrado de Primera División, y fue, por fin, una cita donde el decano fue mejor que su rival. No ha ocurrido demasiado, al menos desde que 2023 llegó al calendario. El último triunfo anterior al de este sábado ocurrió en Santander, y allí el Levante mostró poco brote verde. En el último en Orriols, ante el Lugo por 3-1, tampoco hubo una sensación de aplastante superioridad pese a los goles -es el último encuentro, por cierto, en que Bouldini vio puerta-. Pero ante el Alavés sí pasó: se pudo decir sin titubeos que el Levante fue mejor. 

Por mucho que ese dominio lo desatara un gol literalmente caído del cielo -Pepelu la bajó de la estratosfera, donde la había mandado Antonio Blanco en un horrible intento de patadón y tentetieso-, los de Calleja se supieron cómodos por delante a los seis minutos. Y eso no siempre fue así en casa blaugrana. Esta vez el equipo sí buscó el gol, sí insistió en ampliar una ventaja que, como en otras tardes, podría volar a cualquier acometida rival. Menos mal que, cuando Villalibre metió la frente a dos metros de Femenías, el marcador ya reflejaba el 2-0. De lo contrario, algún fantasma hubiese paseado por la grada a pesar del fallo del ariete vasco.

El Levante brilló en el primer acto y trabajó en el segundo. Así como ante el Zaragoza fue tropezando hasta caer de morros, esta vez la plantilla dijo que de ninguna manera. Había que amarrar el 2-0 y, con algún acercamiento claro, incluso redondear. El brillo combinó con la suciedad del que también se mueve en el barro. Y así es como se asciende a Primera cuando la categoría se pone tan inclemente.