VALÈNCIA. Es largo el verano en la vida del ‘futbolero empedernido’. La ausencia de la vitamina semanal en forma de partido genera cierto síndrome de abstinencia que tratamos de combatir sin demasiado éxito entre Netflix y la piscina a la espera de que llegue la tercera semana de agosto y empiece a rodar la pelota. Pero el calendario avanza con exasperante lentitud y el alimento nos llega con cuentagotas a modo de fichajes y rumores sobre posibles incorporaciones que provocan una avalancha de comentarios y que, irremediablemente, nos llevan a pensar que el equipo es mejor que el de la temporada pasada. Más tarde es la aplastante realidad la que dicta sentencia al respecto pero la ilusión del aficionado es indestructible y cualquier futbolista al que hemos visto jugar quince minutos nos parece el mejor si se termina enfundando la camiseta del murciélago.
Mientras todo esto transcurre en la mente del aficionado, en el club se afanan en que todos los planes trazados lleguen a buen puerto y que el cuerpo técnico disponga de todo lo que necesita para que la temporada acabe en éxito como acabó la campaña pasada pero... este Valencia de Mateu Alemany se plantea un reto importante: la dinámica inicial de un equipo marca de manera evidente tanto el devenir de la propia temporada como el sentir que rodea al club. Los primeros meses de la campaña precedente fueron muy duros y en la conciencia de todos los protagonistas que toman parte del espectáculo está el firme propósito de marcar un rumbo fiable desde el inicio, que permita una travesía exitosa en Liga e intentar franquear la fase de grupos en Champions para alcanzar, como mínimo, los octavos de final.
Quizá sea por ello el que no nos encontremos con la recurrente frase de: “El verano es muy largo” cuando se hace referencia al mercado de fichajes, aunque algún momento de ‘atasco’ aparezca en escena, porque Alemany se ha propuesto, y así lo está haciendo, acelerar en la medida de lo posible todas las operaciones planeadas con la intención de que Marcelino tenga lo antes posible a su disposición toda la tripulación con la que tendrá que navegar hasta el mes de mayo. Eso no evitará, seguramente, que en los últimos días de mercado se termine de rematar algún cambio en el equipo pero se está trabajando duro y, afortunadamente, han quedado atrás los tiempos en los que, con la temporada ya en marcha, alguien se acordaba que no había centrales y había que llamar a la puerta de Jorge Mendes como quien llama a Telepizza para que nos sacase del atolladero. Cuestión a parte será el acierto pero sí es indiscutible que el Valencia ha cogido el toro por los cuernos desde el primer minuto y eso es muestra que el trabajo de planificación está hecho previamente y el Valencia, desde la llegada de un Mateu Alemany, que de manera indiscutible se ha convertido en ‘hombre fuerte’ del club para envidia de otros, ha dejado de funcionar a golpe de improvisación y del capricho de un propietario que, hasta la llegada del mallorquín, fió el destino deportivo del Valencia al azar y al interés particular de su agente de cabecera.
El sueño de cualquier entrenador pasa por trabajar en pretemporada con la plantilla al completo y, aunque, conseguirlo al 100% sea literalmente imposible, el intento decidido por acercarse todo lo posible supone un paso adelante digno de elogio.