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Extremismos

30/04/2021 - 

VALÈNCIA. No tengo la memoria fanática de Paco Lloret o Rafa Lahuerta, quienes recuerdan detalles tan marginales como aquel partido de la liga del 83 en que llovió torrencialmente en Mestalla o el robo arbitral en un encuentro del campeonato del 91, pero presumo de recordar bastantes cosas de las que he visto en mi vida relacionadas con el Valencia. Es cierto que, desde que no voy a Mestalla regularmente, y de eso hace casi un decenio, tiendo a olvidar datos, jugadores, goles e incidencias de los choques de mi equipo, aunque lo vea cada semana delante del televisor como si fuera -y lo es- mi cita hebdomadaria con la religión que profeso. Supongo que el no estar en mi casa, y el inevitable paso del tiempo, hace que muchos partidos del Valencia desde 2012 se hayan perdido en el interior de mi cerebro porque, al fin y al cabo, tengo cosas más importantes que conservar dentro de él.

También es cierto que recuerdo mejor las temporadas en las que el Valencia competía por algo que aquellas, desgraciadamente demasiadas, en las que fue una mera comparsa en la liga y un fracasado en las otras competiciones. Como la mayoría de los valencianistas, soy un seguidor extremista, un hincha que no soporta la mediocridad, que mi equipo no se juegue nada y, sobre todo, que no juegue a nada, que es lo que suele ocurrir cuando transita por la zona tibia de la tabla. Si el equipo compite por entrar en puestos europeos, por ganar la liga o por librarse del descenso, ver al Valencia tiene cierto morbo, una fatua ilusión que se materializa en un objetivo, por pobre que sea este, aunque implique una cuota de sufrimiento que, seamos sinceros, es inherente a la pasión futbolística.

Esta temporada tan atípica, el Valencia ha transitado por muchas fases. Comenzó con las peores perspectivas en su horizonte, después del innegable empeño de Meriton en desmontar el equipo que alcanzó la gloria en la campaña del centenario. Si se analizaba fríamente la plantilla y, pese a que contaba con jugadores de calidad, se apreciaba que el resultado de la limpieza deportiva de Lim y sus secuaces dejó un grupo inconexo, mal estructurado y con varios agujeros negros de difícil solución. No obstante, había cierta confianza en Javi Gracia, casi como poseedor de una varita mágica capaz de transformar una plantilla hecha de retales en un traje. La única duda era saber si el traje que confeccionara el técnico navarro serviría para ir a cenas de gala o solo para salir a la calle a pasear.

Al final, el trabajo de Gracia no ha servido para ordenar esa colección deslavazada de piezas que no parecían encajar, a priori, y que nunca funcionaron juntas. El Valencia ha competido a base de arreones; primero como visitante fiable y local débil, más tarde al contrario, y ahora sin que el aficionado sepa qué le puede deparar el futuro próximo. Como consecuencia de ello, el equipo ha dado tumbos durante toda la temporada: de pelear por librarse de bajar a instalarse en una zona cómoda y, de nuevo, a ver el borde del abismo tan relativamente cerca como para preocuparse. Y todo con una dosis de sufrimiento en cada partido que ha llegado a ser insoportable porque, con todos los respetos, el Valencia ha sufrido siempre con los grandes, pero los débiles solo le han hecho cosquillas ocasionalmente.

Ese carrusel de emociones ha acabado por desconcertar al valencianismo. Las cinco jornadas que restan para el final de esta temporada de pesadilla pueden ser plácidas, si el Valencia demuestra algo de fortaleza en Mestalla, pero pueden convertirse en una tortura si el grupo, como parece, hace reales los síntomas de hartazgo que cada vez son más visibles en los últimos partidos. Ahora, que nos habíamos acostumbrado a un equipo mediocre, sin objetivos, del que solo esperábamos que acabara esta liga de la mejor manera decente y esperar que durante el verano Meriton no lo destrozara más, hemos tenido que cambiar el chip y confiar en que, ante los tres últimos de la clasificación, el Valencia rasque los cuatro puntos que le garantizarían un año más intentando no ser mediocre.

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