Hoy es 11 de octubre
VALÈNCIA. Nunca podrá decirse que el fútbol búlgaro atravesó uno de sus mejores momentos durante este primer cuarto del siglo XXI. No hay que desempolvar los libros de historia para dar con los tiempos dorados, futbolísticamente hablando, de una tierra habitada por una sociedad tremendamente dividida por su pasado.
Curiosamente fue al poco tiempo del colapso de la Unión Soviética en 1991, y en los albores de una profunda reconstrucción social que todavía hoy sigue en marcha, cuando Bulgaria se presentó al mundo como una cuna de supertalentos que alcanzó su cénit en el Mundial de Estados Unidos’94. Por si fuera escasa la mística del momento, la selección búlgara se clasificó para la cita mundialista con un gol en el último minuto ante Francia y en el Parque de los Príncipes una fría noche de noviembre de 1993.
“Cuando Kostadinov marcó en el último minuto, sufrí un tirón muscular: así de salvaje fue mi celebración”
Dimitar Penev, presidente de honor del CSKA Sofía y seleccionador de Bulgaria en el Mundial 1994, para Panenka
El 21 de junio de 1994, en Dallas, debutaba en la XV edición del Campeonato del Mundo la selección tracia frente a Nigeria. Lo hacía tras su ausencia en el Mundial de Italia’90 y la eliminación en octavos de final en México’86, donde cayeron a manos de los anfitriones en el legendario Estadio Azteca —la plaza que coronó dos semanas después a la Argentina de Diego Armando Maradona—. La contundente derrota encajada por 3-0 en el debut asentó en la intuición de los entendidos que las opciones del combinado dirigido por Dimitar Penev, actualmente presidente de honor del CSKA Sofía y tío de nuestro protagonista de hoy, eran nulas en el certamen norteamericano.
Nada más lejos de la realidad. Aquel irrepetible elenco con nombres como Hristo Stoichkov (entonces en el Barcelona y hoy dueño del CSKA Sofía), Yordan Lechkov (entonces en el Hamburgo y hoy vicepresidente de la Unión Búlgara de Fútbol) o Emil Kostadinov (en aquel momento delantero del Oporto y hoy enrolado también en la Unión Búlgara de Fútbol) entre otros, siguió su camino en el torneo goleando primero 4-0 a Grecia e imponiéndose después 0-2 a Argentina en la que fue una de las grandes sorpresas del campeonato.
Así fue como Bulgaria daba un golpe sobre la mesa y se clasificaba para los octavos de final sin nada que perder y con la confianza por las nubes. En dicha fase ajustó cuentas pendientes con el pasado eliminando a México en la tanda de penaltis y en cuartos de final tumbó a Alemania, vigente campeona, remontando en tres minutos mágicos el tanto de Lotar Matthäus desde los once metros. Al final 2-1 y a semifinales.
Esperaba uno de los cocos en el último escollo para alcanzar la gran final: la Italia de Arrigo Sacchi, que venía de ser el verdugo de España en cuartos de final. Bulgaria nunca le perdió la cara al duelo y compitió hasta el final, pero la magia de Roberto Baggio fue demasiado para los del este. Il Divino Codino liquidó el sueño búlgaro con dos tantos en 5 minutos y mandaba al combinado de Dimitar Penev al partido por el tercer y cuarto puesto.
“La gente de Bulgaria nunca más va a tener la oportunidad de ver algo así en un Mundial”
Hristo Stoichkov, dueño del CSKA Sofía y Bota de Oro del Mundial 1994, para Líbero
Su ausencia en el podio tras hincar la rodilla con un 4-0 ante Suecia —un combinado que contaba con el que posteriormente fuera futbolista del Valencia Stefan Schwarz—, no empañó en absoluto la actuación de un equipo y un país que hicieron historia. Incluso su gran estrella Hristo Stoichkov fue Bota de Oro con 6 tantos; eso sí, compartió dicho premio con el ruso Oleg Salenko, que le endosó 5 dianas a Camerún en fase de grupos y luego fichó por el Valencia.
Tal es la dimensión de lo conseguido en aquella cita que Bulgaria no ha vuelto a pisar un Mundial tras caer en fase de grupos en Francia’98, donde España le endosó un intrascendente 6-1 que ni siquiera sirvió a los de Clemente para seguir adelante en el torneo.
Aunque el recuerdo siga muy vivo a orillas del Mar Negro, mucho ha llovido desde entonces, y el nivel del fútbol búlgaro nada tiene que ver con aquel mágico equipo que puso a su país en el mapa futbolístico mundial a golpe de puro talento. Algo huérfana de referentes en la actualidad, heredaron el testigo a principios de siglo futbolistas como Stiliyan Petrov (jugador con más internacionalidades) o Dimitar Berbatov (máximo goleador de la historia de la selección). Hoy en día, sin embargo, las principales esperanzas del conjunto capitaneado por Kiril Despodov (PAOK de Salónica) son los jóvenes Ilia Gruev, que ni siquiera es titular en el Leeds United de la Championship inglesa, y Filip Krastev, de Los Ángeles FC de la MLS.
La competición doméstica refleja la cruda realidad y el origen de la ausencia de futbolistas con galones en las grandes ligas. CSKA y Levski Sofía son los grandes históricos. Sin embargo, el que domina con puño de hierro la efBet League en las últimas temporadas es el Ludogorets de Razgrad. Y es que el club donde actualmente milita el exlevantinista Francisco Javier Hidalgo Gómez, más conocido como Son, ha conquistado las últimas 12 ediciones de la liga búlgara. Los vigentes campeones siguen vivos en la Conference League y marchan segundos a 3 puntos —aunque con un partido menos— del Cherno More, conjunto donde curiosamente milita otro español: el mediocentro asturiano de 26 años Pablo Álvarez, canterano de Sporting, Villarreal y Alavés que ya acumula experiencia en España, Croacia y Bulgaria.
“En Bulgaria no hay fútbol control, todo es más directo y físico, con un juego más de ida y vuelta”
Pablo Álvarez, futbolista del Cherno More, para Totalfutbol50
Adecuadamente ubicada en el camino entre los dos principales centros económicos del país, la capital Sofía y la ciudad de Plovdiv, se encuentra Pazardzhik. Con una población que ronda los 75.000 habitantes, es la casa del modesto FC Hebar, un centenario club que compite en la máxima categoría del país tras vivir tiempos convulsos y cuyo principal objetivo es, cómo no, la salvación. En su banquillo se sienta un ilustre, un icono de la historia del Valencia que se consagró como un delantero devastador durante la década de los 90 en nuestra liga. Hablamos de Lyuboslav Mladenov “Lubo” Penev (Dobrich, 1969).
Sobrino del arquitecto de la gran Bulgaria de principios de los noventa, Lubo se formó y llegó a la élite en las filas del CSKA Sofía. Su precocidad y sus espectaculares registros goleadores despertaron el interés de las grandes ligas europeas, y en verano del 89 se convirtió en el primer fichaje internacional de renombre por parte del Valencia, tras el regreso a Primera División dos años antes.
En seis temporadas como valencianista disputó 199 partidos y anotó 85 goles, además de 2 asistencias. El dato es revelador para explicar a los más jóvenes qué tipo de delantero era el de Dobrich: un rematador, una referencia de 1,93 metros de altura, fuerte y de buena envergadura, que tenía una enorme facilidad para el juego aéreo, un buen juego de espaldas y un violento disparo con su pierna izquierda. Su gran capacidad de trabajo y sacrificio, así como su temperamento y carácter, generaron una gran conexión con la grada de Mestalla desde su llegada. Durante aquella primera mitad de los noventa, formó un gran tándem en ataque con el que fuera internacional español Eloy Olaya. Eran los años del resurgimiento del gran Valencia.
Un tumor en el testículo izquierdo lo apartó del Mundial del 94. No faltan quienes piensan que con Lubo Penev, aquella Bulgaria hubiese tenido muchas opciones de llevarse un Mundial que terminó adjudicándose Brasil, un combinado que dirigía un hombre que también pasó por el banquillo valencianista: Carlos Alberto Parreira.
“Sé lo que quiere la afición del Valencia CF y siempre les he entendido”
Lubo Penev, exfutbolista del Valencia CF
En verano del 95 se marchó al Atlético, donde ganó el doblete y marcó 20 goles. Le siguieron Compostela, Celta, el regreso al CSKA Sofía y la retirada en las filas del Loko Plovdiv. Fue internacional en 62 ocasiones, disputó la Eurocopa de 1996 y el Mundial de 1998, cayendo en ambas en la fase de grupos, y anotó un total de 14 dianas con la elástica de Bulgaria.
Después de colgar las botas, inició su carrera como entrenador en dos entornos muy familiares para él: la selección búlgara y el CSKA Sofía. Además, ha dirigido a Litex Lovetch, Botev Plovdiv, Tsarsko Selo y, desde el pasado marzo, es el técnico del Hebar Pazardzhik. En su país, la figura de Lubo Penev es muy respetada y venerada, motivo por el cual ha hecho carrera como técnico en la liga búlgara.
Entre julio y noviembre de 2017 llevó las riendas del Valencia Mestalla en una experiencia que fue demasiado corta debido a la sorprendente “espantada” del exfutbolista, que quiso presentarse a las elecciones a la presidencia de la Unión Búlgara de Fútbol. No salió bien, y con una mayoría abrumadora, el honor iría a parar de nuevo al que fuera compañero de Lubo, además de guardameta y capitán, en la gran Bulgaria de principios de los noventa: Borislav Mihaylov (actualmente en el cargo). El destino es caprichoso: uno de los candidatos que tanteó el Valencia para el banquillo del filial tras la marcha del búlgaro fue Rubén Baraja, el hoy técnico del primer equipo.
“Entrenar al Valencia CF es una ilusión que tengo”
Lubo Penev, exfutbolista del Valencia CF
A pesar del buen cartel del que puede presumir en su país, el gran anhelo de Lubo es asaltar algún día un banquillo de una gran liga europea. Su trayectoria como jugador hace pensar que España es su primera opción, y Valencia es la ciudad que ha disfrutado al búlgaro en el cénit de su carrera como futbolista. Solo el tiempo dirá si uno de los mejores delanteros de la historia del Valencia vuelve a la que fue su casa, a Mestalla, pero esta vez para sentarse en el banquillo.