VALÈNCIA. Felipe Miñambres negocia la ruptura de su contrato con el Celta de Vigo, que concluía este próximo verano tras renovarlo el anterior pero que, ante la sabida próxima salida del dirigente en junio, el club celeste está dispuesto a disolver. Es más, en tierras viguesas informan de que la entidad que preside Carlos Mouriño tiene sustituto. La marcha del leonés de Balaídos está exclusivamente dirigida a aterrizar en el Ciutat de València y comenzar a preparar los escenarios deportivos que, tras el mercado de invierno, necesita plantearse el Levante.
Si el astorgano de 56 años llega ya a Orriols renunciando al salario que le queda por percibir en Vigo es para calibrar también la posibilidad de mantenerse en Primera, aunque ya es un tarea que se le ha puesto muy cuesta arriba al conjunto que entrena Alessio Lisci. Pero sobre todo Miñambres tendrá que adelantarse al futuro en varios frentes y tantear una probable situación en Segunda con la meta clara de regresar a la élite una temporada después. Con el sistema de ayudas de La Liga se antoja crucial volver a Primera al año siguiente del descenso y para ello el nuevo director deportivo tiene que decidir.
Tras el fallido periplo de Pereira en el club y el despido en masa del Área Deportiva por tal decisión, Quico Catalán apostó por Alessio Lisci como última bala que sacara al equipo del sumidero. La negativa de Mendilibar y el beneplácito del que el italiano gozaba en gran parte del vestuario favorecieron que Alessio pudiera ponerse al volante del cuadro granota no solo como interino, sino hasta final de temporada. Las sensaciones con el aterrizaje del nuevo técnico mejoraron, pero es cierto que en cuestión de dos meses el Levante solo ha conseguido ganar un partido y no se ha sabido mantener el rumbo una vez se logró esa primera ansiada victoria.
Se levantó un ala, pero no el vuelo. Y la llegada de Miñambres también podría tener efecto en ese sentido. En cualquier caso, la es figura contrastada, con un amplio currículum en el Rayo Vallecano o en el Celta, donde ha contratado a un buen abanico de entrenadores con suerte dispar. Para el Levante ya es más que complicado recolocar a Alessio en la estructura de la escuela, aunque el filial que dejó el romano atrás tampoco ha conseguido ganar con Adrián Esteve a la cabeza y navega a la cola en su grupo de Segunda RFEF. Ese será, el del entrenador, el aperitivo que tendrá Miñambres sobre la mesa cuando se siente en su despacho del Ciutat.
Berizzo, Unzué, Mohamed, Cardoso, Óscar García, Coudet... El nuevo director deportivo del Levante ha tratado con multitud de técnicos en filas celestes. Entre ellos también el valenciano Fran Escribà, con quien guarda un episodio de confrontación en Vigo. El propio Miñambres tuvo que ser implacable con su entrenador cuando este, en agosto de 2019 con La Liga recién comenzada, se quejó de la falta de fichajes: "La apuesta de la cantera por el club es bonita pero nos limita", dijo el preparador valenciano en el mismo mercado en que había reclutado a Santi Mina -en la operación de salida de Maxi Gómez al Valencia-, Denis Suárez o, un poco más tarde, Rafinha. El directivo leonés fue claro, días después: "No fue su mejor rueda de prensa, podemos tener limitaciones en forma de lesiones o porque nos falten fichajes, pero la cantera lo que hace es ayudar", respondió el que será nuevo ejecutivo levantinista.
La anécdota desliza el modus operandi de Felipe Miñambres en otros frentes: la importancia de las figuras de cantera que se prevén clave en el futuro del Levante a corto plazo, la claridad del leonés con los entrenadores que actúan bajo su manto y, por otro lado, la dureza en la negociaciones de la mano del presidente celeste, un Mouriño famoso entre otras cosas por no entablar conversaciones precisamente sencillas ante clubes pretendientes de puntales en nómina.
El primer peldaño será el del entrenador. Sea Alessio Lisci o no, el inquilino del banco de Orriols tendrá que trabajar junto a Miñambres y su equipo de trabajo -si es que aterriza con más gente a su disposición para formar un área con más perfiles además de los que ya ocupan esos puestos, como Juan Luis Mora o José Luis Sancho- de cara a la construcción de una nueva plantilla. Sobre todo si es en Segunda División, la cantera pedirá paso y será menester tomar decisiones con varios pupilos. Con ello, se habrá de tomar una línea maestra de actuación en el mercado en el capítulo de salidas respecto a los jóvenes que integrarán el grupo la campaña vinente -Blesa, Pubill, Brugui, Cantero-. Eso más allá, lógicamente, de las marchas previstas por fin de contrato en el primer equipo -Vukcevic, Coke o Duarte abandonarán el Ciutat este próximo junio- y las ventas a acometer necesariamente por más de 10 millones de euros unidas a los futbolistas que, en caso de descenso, pueden volar con libertad.
Eso sí, el frente que termina de redondear la montaña de trabajo que le espera al ejecutivo de Astorga en Valencia es el de las renovaciones. Tras oficializar la mejora de Aitor en enero, hay dos que anunciar antes de que acabe el curso o, al menos, de que el mes julio llegue al calendario: Pepelu y Cárdenas. El primero es apuesta de club, va más allá de lo que un nuevo técnico -porque para Alessio es esencial- pueda diseñar y tiene una oferta entregada por la anterior dirección deportiva todavía sin responder. Sin duda, la llegada de Miñambres abre un escenario nuevo que puede tejer alguna arista añadida a tal propuesta, pero el futbolista mantiene el silencio centrado en el objetivo de la permanencia todavía abierto por matemáticas. El portero, por su parte, tiene en el horno desde hace un año una mejora contractual. Es de los peor pagados de la plantilla y demanda una subida que no es simbólica y que el club aplazó al estilo Aitor Fernández. Acaba contrato en junio, aunque el Levante puede ampliarlo sin la mejora prometida de manera unilateral. Los números, los habrá de cuadrar Felipe Miñambres.