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Guedes almuerza con Lim

18/02/2021 - 

VALÈNCIA. En septiembre de 2018, en pleno diluvio orgásmico con Guedes, Pedro Cortés dijo una frase que voló hasta el centro de la diana: "Con Guedes la gente flipa, el año pasado metió 3 goles o así y la gente lo aclamaba como si fuera Kempes… y eso no es así. No". Pero hay más, en aquel speech Cortés también dijo: "Para Champions me parece que hay un equipo muy justito, muy justito". Acto seguido, el Valencia cayó en Champions a las primeras de cambio y Guedes se diluyó cual azucarillo.

Todo acierto, justo entonces escribí sobre la responsabilidad que debían tener los expresidentes para callarse según qué cosas, pidiéndole a Cortés que dejara de expresarse movido por la inquina. Discúlpame, Pedro, no sabía que lo hacía. Cortés hizo un doble emboque. No hay nada como el sentimiento de afrenta para analizar fríamente cuando el resto de militantes tienen el corazón caliente. 

Con Guedes, sí, la gente se flipaba. No sabíamos entonces, y solo los privilegiados seres de luz podían advertirlo, que Guedes era la simetría andante de Peter Lim. Que sus trayectorias se iban a parecer tanto y su indolencia iba a ser calcada. Una decadencia acompañada. Guedes y Lim almuerzan juntos. Se alejan juntos. Dejan de estirar de la cuerda juntos.

Guedes parecería que juega por inducción de Lim. Cuando Lim todavía creía, se entretenía y jugueteaba con el Valencia, Guedes -de combustión errática- se encendía de vez. Apagado Lim, Guedes se sentó a esperar. Debió creerse que la agencia de colocación que lo contrató, pronto le encontraría destino. Pero allí sigue, esperando. Llegamos a imaginar que Guedes tenía potencial para detener el tiempo en mitad de cualquier partido, lo que tampoco rumiamos es que su mayor habilidad era pararse, él mismo, para atarse los colgajos. 

No es casualidad que las trayectorias del especulador remoto y del portugués alienado sigan una misma tendencia. Más bien lo segundo es consecuencia de lo primero. El Valencia, qué evidencia, es un sistema cerrado donde un jugador de la presunción de Guedes lo tiene sencillo para hacerse a un lado. Nada pasa porque nada teme. Nada teme porque se sabe cubierto por el manto protector de un sheriff que lo administrará de la forma más ventajosa. En ese sistema cerrado se da la paradoja de que la productividad (si la hubiera) de Guedes no tiene al Valencia como principal beneficiario, sino que el Valencia solo es un mecanismo para maximizar sus intereses. Justo como el propietario. 

En esa órbita dopada, el club se convierte en el sobrante de la ecuación. O al menos así sucede desde la perspectiva soberbia de quien no pretende enraizar. La otra manera de verlo es que Guedes está perdiendo unos años fantásticos para consolidarse como un futbolista ejemplar, para disfrutar de su profesión, sentirse partícipe, creer en lo que hace. Pero, al igual que Lim, la elección de Guedes ya no tiene vuelta atrás: eligieron que nada de lo que sucede a su alrededor fuera con ellos. 

Cortés llevaba la razón.




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