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Kondogbia, la intrahistoria: Respect

En el campo es oro molido y fuera de él, un tesoro para este Valencia CF. Kondogbia le dijo no a lo que la mayoría suele decir sí. La historia, si me lo permiten, merecía ser contada. Cruyff solía decir que hay dos tipos de jugadores: los que se preguntan qué puede hacer el club por ellos y los que se preguntan qué pueden hacer ellos por el club. Kondogbia pertenece al segundo grupo de futbolista

29/06/2018 - 

VALÈNCIA. Decir que Geoffrey Kondogbia fue el mejor fichaje del fútbol español el pasado curso no es descubrir el fuego. Es una verdad como un templo. Decir que Geoffrey Kondogbia es el alma de un Valencia CF renacido, competitivo y voraz, es un secreto a voces. Y decir que Geoffrey Kondogbia es la piedra angular de Marcelino García Toral es tan cierto como que, durante toda la Liga, el francés se ha comportado como el murciélago del escudo. Sin embargo, más allá del rendimiento sobresaliente de Kondogbia y de su condición de nuevo ídolo para el valencianismo, porque se lo ha ganado, resulta conveniente contar la intrahistoria de un jugador comprometido con el Valencia dentro y fuera del campo. ‘El pulpo’ no es de esos tipos que borran con el codo lo que firman con el brazo, tiene palabra de honor y además de conducirse con honestidad en el campo, es puro sentido común fuera de él. Y apetece poder contárselo al valencianista de a pie.
 
Verán, en primer lugar, justo cuando el VCF entró en escena y se interesó por un jugador varado en el Inter, que nunca le valoró como merecía, se interesaron por él tres clubes ingleses. Marcelino, gran valedor del fichaje, le llamó en reiteradas ocasiones para hacerle ver que sería el eje del equipo, que con él su carrera se iba a relanzar y que Valencia era una ciudad ideal, tanto para él como para su familia. Llamó el Southampton y Kondogbia dijo no. Entró en escena el West Ham y Kondogbia dijo no. Y como en el caso de Geoffrey, no es no, cuando supo que el Tottenham le daba un mejor contrato, también dijo no. Mantuvo su palabra, más firme que el roble, escuchó a Marcelino y le dijo al Inter que lo vendieran con dirección a Mestalla. Todo esto, por cierto, rebajándose la ficha en un millón de euros. Después de una negociación durísima donde Mateu Alemany batió dos récords mundiales – el de paciencia, superando al del santo Job y el de capacidad negociadora, sacando por 25 millones a un jugador por el que al principio los italianos pedían 45-, Kondogbia fichó por el Valencia. La fórmula, una cesión con opción de compra por 25 kilos, que el VCF debía ejecutar durante el curso.
 
Cuando Geoffrey lideró, brilló y se convirtió en el mejor fichaje de la Liga, el Inter se tiró de los pelos y Marcelino, pero como el galo aún no era propiedad del Valencia al 100%, al no haberse ejecutado la opción de compra, el guion dio un giro inesperado. El FC Barcelona, desesperado por la inminente marcha de Iniesta y deseoso de encontrar un guardaespaldas de lujo para Busquets, se fijó en Kondogbia. Su potencia y su calidad no pasaron ni mucho menos desapercibidos y la maquinaria azulgrana se pudo manos a la obra, estableciendo contactos, llamadas y sondeos para interesarse el jugador. Rafinha había fichado por el Inter, había buenas relaciones entre clubes y el Barça puso toda la carne en el asador, para que Geoffrey apurase sus opciones de ser azulgrana. Si el VCF no pagaba la opción de compra, el Barça estaba al acecho. Listo para pagar lo que hiciese falta. Todo, sin éxito. Kondogbia se sentía – y se siente- feliz en Valencia, agradece al club haber apostado por él cuando no era su mejor momento y se siente realizado con Marcelino. Geoffrey se quiso quedar, el VCF pagó los 25 kilos pactados con el Inter en su día y su cláusula ascendió a los 80 millones de euros. El Barça, que llegó tarde y mal, tuvo que desistir y se quedó sin un jugador que era uno de los grandes objetivos deportivos para reforzar su mediocampo.
 
Aún hay más. En enero de 2018, a través de varios intermediarios relacionados con el fútbol chino, el Valencia CF tuvo conocimiento del interés de un equipo asiático. La oferta era, más que mareante, estratosférica. A Kondogbia le ofrecieron un sueldo anual de 25 millones de euros, justo la misma cantidad que el VCF iba a pagar por su traspaso. Querían que hiciera las maletas rumbo China, le multiplicaban la ficha que cobra en el Valencia por ocho y Kondogbia, frío como el hielo, dijo otra vez no. Escogió quedarse en la ciudad del Turia, seguir en la disciplina del VCF y acabar la temporada cumpliendo el objetivo de la Champions, esperando que el club ché pudiera comprar su pase. Dicho y hecho. Así pasó.
 
Kondogbia, el mejor fichaje del club en los últimos años, que en el futuro podría ser uno de los capitanes del equipo, no nació valencianista, pero ejerce como el que más. Con el paso de los meses y las ofertas, negro sobre blanco, conocida toda la intrahistoria y la cantidad de gestos que ha tenido Geoffrey Kondogbia con el VCF, su figura se agiganta aún más. En el campo es oro molido y fuera de él, un tesoro para este Valencia CF. Kondogbia le dijo no a lo que la mayoría suele decir sí. La historia, si me lo permiten, merecía ser contada. Cruyff solía decir que hay dos tipos de jugadores: los que se preguntan qué puede hacer el club por ellos y los que se preguntan qué pueden hacer ellos por el club. Kondogbia pertenece al segundo grupo de futbolistas. Y eso, en esta jungla del fútbol, merece un aplauso. O, como cantaba la mítica Aretha Franklin, algo muy específico: R-E-S-P-E-C-T.

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