VALÈNCIA. Durante estos meses, deportistas de todo el mundo se están dejando el alma por lograr una plaza en los Juegos Olímpicos de Tokio. Pero la vida no es una vía unidireccional y en sentido contrario avanza Maya Moore, una jugadora de baloncesto estadounidense que ha encontrado otros alicientes más poderosos que una probable medalla olímpica en Japón. Moore, que está a menos de un mes de cumplir los 32 años, ya fue campeona olímpica en Londres y en Río, pero ahora ha decidido que prefiere estar tranquilamente en Atlanta junto a su marido, Jonathan Irons.
Moore vivió unos meses en Valencia, los que pasó entre 2011 y 2012 para convertirse en campeona de Liga y de la Euroliga con el Ros Casares de Roberto Íñiguez. El técnico vitoriano, que este año ha vuelto a ganar el torneo doméstico y ha vuelto a jugar, aunque perdiendo, la final continental, recuerda de ella que era “una estrella que no iba de estrella”; una joven a quien le encantó España, su gastronomía, “una mujer que podía sentarse a la mesa y comerse tres platos de paella”.
Jonathan Irons tenía 16 años el día que, a mediados de enero de 1997, cometió el error de estar en el barrio equivocado en el momento equivocado. Aquel chaval era un delincuente juvenil, pero no era un asesino. Ese día alguien en St. Louis le identificó como el responsable del atraco a un hombre al que le dispararon dos veces. Un año después, un jurado formado íntegramente por blancos declaró culpable a este asustado adolescente negro. La condena fue demoledora: 50 años en prisión.
Irons ingresó en un centro correccional de Jefferson City con 18 años Después de varios inviernos allá dentro, aquel joven parecía resignado a su suerte. Pero su fortuna dio un vuelco el día que Maya Moore, una estrella mundial del baloncesto con cuatro anillos de la WNBA, dos títulos universitarios, un par de medallas de oro olímpicas y otro par de condecoraciones como MVP de la liga norteamericana, viajó a su ciudad natal, Jefferson City, y un familiar le habló del caso de Jonathan Irons.
La jugadora de los Minnesota Lynx se interesó por aquello que parecía una tremenda injusticia y que se quedó rondándole la cabeza durante días. Tiempo después, en 2019, Moore sorprendió a su equipo y a todos los aficionados al baloncesto con el anuncio de que dejaba el deporte para centrarse en ayudar a aquel pobre desgraciado que llevaba más de veinte años durmiendo entre rejas por un crimen que podría no haber cometido.
Moore ya había un día al centro penitenciario de Jefferson City para sentarse frente a Irons y preguntarle, mientras le miraba directamente a los ojos, qué había pasado aquel día. La deportista salió de la prisión convencida de que aquel hombre que ya tenía 39 años era inocente. Entonces contrató a un abogado de postín y se enfrascó en ayudarle en todo lo que podía. Un caso que recuerda al de ‘Huracán’ Carter, aunque esta vez el deportista célebre era el que estaba en libertad.
En marzo de 2020, un juez de Missouri decidió revocar la condena porque consideró que las pruebas que en su día le habían inculpado eran “débiles y circunstanciales en el mejor de los casos”.
Tres meses más tarde, salió de prisión, al fin libre, para vivir en un mundo nuevo donde basta con preguntarle a Siri o Alexa par saber a qué hora sale un tren, o donde hay una pastilla de gran tamaño que limpia el suelo por su cuenta. Semanas después, en plena pandemia, Maya y Jonathan se casaron y se fueron a vivir juntos a Atlanta, donde ella, de profundas convicciones religiosas, canta en un coro y toca la guitarra acústica.
La jugadora ya ha dicho que no va a ir a los Juegos y que tampoco va a disputar la WNBA esta temporada. Moore ha explicado que este primer año de matrimonio prefiere pasarlo al lado de su marido. Pero que tampoco descarta volver más adelante. Aunque Maya, hija de madre soltera, también salió de las canchas harta de este calendario infernal que va empalmando una competición tras otra -Bec Allen, la jugadora del Valencia Basket, ya está en Nueva York disputando la WNBA y al acabar se irá a participar en los Juegos Olímpicos-, y advierte que igual Dios decide premiarla con un hijo.
No tardará mucho en salir un documental de la ESPN sobre este inesperado giro protagonizado por Maya Moore, la deportista que emprendió el camino contrario al resto del mundo.