VALÈNCIA. Pedro Martínez ha vuelto. Han pasado siete años casi exactos desde que salió de València, diría, y trato de ser elegante, de forma irregular. Cómo vuela el tiempo. Es imposible olvidar la escena. Los jugadores celebraban el título de Liga, el primero de la historia, el único aún, desmelenados, como no podía ser de otra forma. Cada uno a su manera. El público no se movía de la grada. Algunos buscaban cómo bajar a la cancha, otros gritaban emocionados, otros lloraban y se abrazaban a algún familiar. Era un día histórico y casi todos sabíamos que eso era una rareza, una anomalía en el ‘bipartidismo’ del baloncesto español. Y Pedro, con una sonrisa enorme, se abrazaba a los suyos. A su mujer. A sus hijos. No se me borra la admiración de la hija a su padre. Un entrenador batido por la felicidad y la satisfacción por el trabajo bien hecho. Por el trabajo muy bien hecho, añadiría.
Yo me hice un ‘selfie’ y me marché con Alba a casa. No me gusta la histeria. Vibré, me emocioné, celebré modestamente y me fui. Jamás olvidaré ese día. Jamás olvidaré esa serie. Jamás olvidaré aquellos playoffs. Me molestó que la prensa hablara más de la plaza de Euroliga que traía este triunfo que de la conquista en sí. ¡Una Liga! A mí, que había visto de adolescente, desde uno de los fondos, el ascenso, que había vivido las subidas y las bajadas de este club, que me he comido mil malas caras, antes y ahora, por decir lo que yo considero que es la verdad -ese es el periodismo que me enseñaron, el que aprendí-, a mí, insisto, qué más me daba la Euroliga. A mí me hacía feliz que el Valencia Basket era campeón de Liga.
Nada volvió a ser igual desde entonces. Y no hablo de conquistar otra Liga: hablo de disfrutar de aquel baloncesto fantástico, fluido, valiente, hermoso, coral. Para mí, tan importante como el título. Ir a la grada como aficionado y divertirte. Ya lo decía el Maestro, Miki Vukovic, lo importante no era ganar la Copa, era llenar la Fonteta. Si la Fonteta está llena es porque tu afición está feliz. Yo llevo años dejando mi butaca vacía en muchos partidos. No soy forofo. A mí me gusta el baloncesto. Yo he disfrutado más con la serie entera del Unicaja-UCAM Murcia que con casi toda la temporada, salvo algo del inicio y algo del final, del Valencia Basket.
El UCAM me trae recuerdos de aquel 2017. El equipo murciano, el undécimo que alcanza la final de la Liga, tiene un patrón de juego. Sito Alonso, como en su día Pedro Martínez, ha convencido a todos sus jugadores de una idea y de un propósito. El entrenador le ha metido en la cabeza a la plantilla que hay que jugar así, aunque hayas perdido dos partidos seguidos en el Palacio, y que son capaces de derrotar al que tienen enfrente. Ganar la Liga también es un acto de fe. No en el caso del Real Madrid, probablemente, pero sí en el del Murcia o el Valencia.
Me gustó ver a Pedro Martínez en la presentación. Unas Nike poco llamativas, unos tejanos oscuros y una camisa, con los faldones por fuera, que delataba que sigue en forma. Se tiró un buen rato rebajando las expectativas. Hay gente que cree que el Valencia Basket va a volver a ser campeón. Y no es imposible, pero sí muy complicado. El entrenador catalán se esforzó en dejar claro que aquel título no fue cosa suya. Que al menos no fue solo cosa suya, diría yo. “Yo pasaba por aquí”, dijo en una frase cargada de inteligencia y sorna. Y dijo también que ganar y perder, en el deporte de alta competición, es algo demasiado complejo, a veces aleatorio, que lo capital es el estilo, la forma de jugar. Tener un patrón, como Sito, como este Murcia histórico.
Así que yo no espero títulos, pero sí volver a divertirme, volver a tener ganas de ir a la Fonteta aunque me parta el sábado en dos. Todo el mundo está contento con su vuelta. A ver lo que dura.