No se trata de formar una cuadrilla de privilegiados sino de tener un estilo, unas pizcas de identidad para un proyecto, algunos valores comunes sobre los que rodear a un equipo...
VALENCIA. Sí, en fin, qué título. A ver si mejora la idea: en pleno frenesí de despersonalización y mercadeo de baratijas (porque por lo que más te podían pagar ya lo pudiste vender) Paterna vuelve a decir: ey, hola, qué tal. Como las malas familias que solo se acuerdan de la abuela para heredar.
Qué definitivo que haya que esperar a que la calamidad se escampe y todos los planes salgan mal para mirar hacia la cantera, a ver qué hay. No les conviene demasiado a los súperagentes: la promoción de personal propio obstruye la fluidez del intercambio. Tampoco le ha convenido excesivamente al club, que pudiendo hacer dels xiquets una seña de identidad colosal -por algo tiene colocados a unos cuantos alrededor de buenos clubs- se ha ido desprendiendo de ellos cada vez más pronto. Por necesidad, sí. Y también por una colosal falta de estrategia para definir qué tipo de club se quería ser. En esa indefinición se terminó siendo una entidad de prueba y paso.
Carlos Soler es un buen ejemplo de cómo los paños calientes frenan llegadas cantadas. Alberto Santamaría, insider de Paterna, lo razonaba bien ayer, justo aquí. Un contexto desequilibrado a favor de las probaturas de mil y un destinos internacionales en lugar de la apuesta decidida por un producto hecho en casa y con síntomas de estar preparado. Prandelli (venga, lapídenlo) se puso a probar a Soler. Minipunto. Voro me lo confirmó. Es un indiscutible. Lato llama. Portu mira de reojo desde el norte.
No se trata de formar una cuadrilla de privilegiados sino de tener un estilo, unas pizcas de identidad para un proyecto, algunos valores comunes sobre los que rodear a un equipo. No es padecer el Síndrome Jonathan e hinchar artificialmente a quien no lo vale. Es dejar que suceda, proponerse que un buen porcentaje de la plantilla se nutra de ello. Apostar por lo que uno produce en lugar de tirar de menudencias ajenas.
Seamos claros: el Valencia tiene un angustioso problema para marcar agenda propia y seducir a sus fans del futuro. Ni puede competir con transatlánticos ni proyecta alma alguna más allá de ser una montaña rusa de sensaciones intensas. Debe encontrar un gancho que contarle a sus posibles. Vendámosles que el Valencia cría gente talentosa y los aprovecha. De Farinós a Silva.
Podría ser este un buen momento para recordarlo y reconstruir un club que mire hacia sí mismo en lugar de seguir derivando en conato de Deportivo, en una Real Sociedad de plomo repleta de fichajes multieuropeos. El entorno lo entendería. Volver a percatarse que asentar un proyecto en torno a la autoproducción ni es delito ni es una pérdida competitiva. Sí es tener un proyecto con vista, proyectar a futuro.
Todo eso si es que se da el caso de que quienes gobiernan la administración VCF estén interesados en el porvenir. Cómo dudarlo.