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Mestalla es el Twitter

28/10/2021 - 

VALÈNCIA. El fútbol, a estas alturas, es un deporte poco sorprendente. Trabajar bien no depara consecuencias positivas directas en un plazo de tiempo cercano. Puede que en ocasiones suceda lo contrario. Y ahí está la clave: persistir a las malas en un convencimiento sin saber si de verdad hay agua o no. Si se supera ese umbral, las consecuencias llegan. Porque trabajar bien reiteradamente durante suficiente tiempo siempre acaba generando proyectos competentes. Después viene la dificultad de detectar el ocaso. Pero esa es otra historia.

Consecuencia 1

El Valencia vive estas semanas en un enfrentamiento un tanto metafísico sobre si, con lo que tiene, sus resultados menguantes entran en lo comprensible como para esperar sin demasiada ansiedad. O si, justo esa comprensión es la que hará que el equipo tome conformidad y no se exija demasiado; que se quede en el limbo por no reclamarse más. 

Me temo que todo es cuestión de expectativas. Suele advertir el filósofo Enrique Ballester que para estar bien visto no hay fórmula mejor que comenzar mal. Bordalás hizo lo contrario. Se juzga a su tropa por un desempeño que estaba por encima de lo esperable para un equipo confeccionado por un sastre sin agujas ni tijeras. No es seguro que definiendo una plantilla desde una buena dirección deportiva las cosas vayan a ir bien, pero si se prepara sin ella se parte con lastres. Bordalás debe practicar el arte de ser aerodinámico arrastrando una carga pesada. La peor solución se antoja obsesionarse con el modelo que dio buenos frutos durante un período de espejismo. Frente a la rigidez de su modelo, soluciones rápidas y productivas.  

Consecuencia 2

Hay quejas sobre la escasa correlación entre el ruido en redes sociales y algaradas populares en Mestalla. La amenaza de que Murthy aguantaba porque el campo estaba cerrado se ha revelado una exageración interesada, como tantas otras profecías de pandemia. El contraste entre realidades no es otra cosa que el sesgo entre la vida digital y la vida física que se produce a partir del comportamiento por células. Cuántos candidatos se ven ganadores de las elecciones en su timeline minutos antes de la gran debacle.

Qué ha ocurrido para que esa hinchada aguerrida que zarandeaba coches y reprendía hasta al santo Ortí, ahora por contra se muestre aletargada. Nos lo preguntamos pero la respuesta está en el espejo: es parte de la consecuencia de un ciclo de propiedad que ha desactivado la pulsión de la calle como estrategia central, haciendo confundir con habilidad lo que es accionarial con lo que es social; desviando la atención con el anecdotario de Murthy para saturar y terminar poniendo al mismo nivel los chismes con los desacatos más críticos. 

Si todo es igual de grave, finalmente nada lo es. Y tener un equipo cuyo lugar natural es la media tabla acaba considerándose un mal menor, un qué-le-vamos-a-hacer, un el-año-pasado-estábamos-peor. Un esto-es-lo-que-hay. 

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