VALÈNCIA. Un sorprendente neo-Quico irrumpió (y arrasó) en la Junta de Accionistas. ¿Ha habido una reflexión profunda y serena por su parte? ¿Tal vez se trata del consejo de algún especialista en liderazgo que ha provocado un rearme epidérmico? ¿Quizá una época complicada en lo personal le da una tregua y eso redunda positivamente en su perfil profesional, que todos somos humanos? Sea como sea, el presidente desconcertó a las voces críticas con el reconocimiento de sus errores y un tono humilde y tolerante con todos los intervinientes, los discrepantes e incluso con quien le recordó, sin venir muy a cuento, aquello de que todos nos reiríamos.
A esta actitud se suma la presentación de un ambicioso plan quinquenal que será imposible financiar si este curso no se consigue el ascenso. Al margen de su viabilidad hay que valorar positivamente que nace de una revisión a fondo de los errores que nos han traído hasta aquí y su porqué y de la voluntad de mejorar estructuralmente el club, en todas sus áreas, con el horizonte de 2027. A la pregunta de Gabriel Salinas, Quico Catalán respondió que no tenía claro si quería seguir dentro de un año, cuando finaliza el mandato del actual Consejo y que, en cualquier caso, el mejor legado para quien viniera detrás, sería un proyecto de futuro en marcha. No está claro que quien viniere (utilizo el futuro de Subjuntivo, que le da un matiz más remoto) vaya a subir a lomos del proyecto diseñado por otros. Y casi menos que dentro de un año Quico no insista en el conocido argumento de que no sería responsable dejar en el aire tantas iniciativas fundamentales para el futuro del Llevant.
Tiempo habrá de estudiar a fondo y matizar el proyecto 2022-27 pero hay algo de entrada que me inquieta: la anunciada e inminente revisión de la marca del club por parte de una empresa externa. ¿Que por qué? Porque llevamos años a vueltas con las redes y la internacionalización (tan metida con calzador por Tebas) pero nadie ha diseñado un plan para recuperar y fidelizar, por ejemplo, los territorios históricos del levantinismo: la València marítima y la Ciutat Vella; ni para conquistar comarcas y pueblos. Porque nos da el subidón si vemos una cuadrilla de rubios sonrosados en las taquillas pero seguimos discriminando la lengua valenciana en todos los ámbitos del club. Porque nos llenamos la boca con los éxitos históricos del fútbol femenino pero no nos preguntamos por qué el 95% de los asistentes a la Junta son hombres ni qué podemos hacer para mejorar eso. En resumen, me da pavor que una empresa de fuera venga a reforzar un papanatismo provinciano que el levantinismo, por desgracia, lleva de serie y que Quico Catalán debería plantearse como prioridad extirpar en tanto que eje de crecimiento futuro. Más aún si entre el desideratum expuesto por él mismo está la reivindicación de la valencianidad y de la igualdad de género.
También me pone en alerta que en la exposición del proyecto el presidente no utilizara dos verbos esenciales en el futuro del Llevant UD y en el restyling de la marca: fidelizar y democratizar. No es lo mismo rediseñar la marca de un club en que sus dirigentes han elaborado un complejo entramado por la cual podrían (prácticamente) perpetuarse eternamente en el poder que enarbolar la marca de una entidad orgullosa de pertener a sus aficionados y de ser viable sin las trampas de la deslocalización o la inversión de un multimillonario. Quico insistió en que los levantinos somos diferentes por muchos motivos. Y tiene toda la razón. Un club democrático (más democrático, entiéndase, en sentido amplio) es la mejor marca de singularidad, de potencia y de futuro que puede existir en el fútbol moderno. ¿Irá por ahí el restyling de la marca? Si no es así, sólo será maquillaje para perpetuar el actual status quo. En la Junta, Quico perdió la posibilidad de auparse a la propuesta de un accionista de capitalizar al club con una ampliación, sesuda y estudiada, que valorara la acción según la actual situación (entorno a 25-30€), aunque según los números de García (por una argucia legal y lícita) estaría entorno a 110€. Este proceso, en todo caso, debería seguir adelante, de la forma más óptima y viable. Por todos y por la propia credibilidad del presidente.
En realidad el concepto en que insistió Catalán apelando a nuestra singularidad pasa indefectiblemente, también, por la necesidad de fidelizar. Cuando se marca como objetivo ampliar la masa social un 32% se está evidenciando un fracaso: no hemos fidelizado a los 20.000 de Primera pese a los mejores años deportivos de nuestra historia. Por eso nos cuesta horrores meter 10.000 personas en Segunda, en Orriols. Hay que entender por qué hemos fracasado en esto. No fidelizamos. No hace falta una consultora externa para saber que la grada y el equipo se han de conectar, que el levantinismo debe trascender el resultado del domingo. Sobre esto cabe toda una estrategia específica. No me da el papel pero les prometo volver sobre el tema.
La arquitectura económica y financiera explicada al alimón por el presidente y por Nacho García convenció, pese a las malas noticias, al auditorio. Fundamentalmente porque todo se expusó (nuevamente) desde la humildad y la asunción de errores. Básicamente, el principal es tan antiguo como nuestro refranero: vender la leche de la vaca antes de ordeñarla. Verbigracia: no haber sido capaces de colocar a Campaña en el mercado, pese a tener ese as en la manga hace años. Esto es fútbol y puede pasar. Catalán reconoció el error y prometió enmendar la forma de hacer.
Hay otra gran noticia. Nunca es tarde si la dicha es buena. Se introduce la cantera como plan de negocio, como no podía ser de otra forma. Ser una entidad que cuide su cantera aporta muchos valores, también económicamente y tiene una importancia capital en el futuro diseñado por Catalán. Para ello deben cambiar muchas cosas. La primera, la mentalidad de la grada granota, secularmente acusada de tener poca paciencia con la gente de la casa. Eso ha cambiado en los últimos años, pero una parte del levantinismo se resiste. Y hay otra variable fundamental: el conflicto entre la dirección deportiva (y los futbolistas que trae y que la avalan, en realidad) y la propia casa, que parte de un concepto equivocado que sospecho que se va a reajustar. No sé si Miñambres es la persona, pero no tengo dudas de que este sí es el modelo de club, en esta faceta. Y que por eso Natzaret es una gran inversión de futuro y como tal hay que verla.
No crean que damos poca importancia a la Copa. Hay que pasar por lo civil o por lo criminal. No entra en la cabeza de nadie caer en casa y ante el Andorra pero no será sencillo ganar. Hay que superar rondas y esperar a los de Primera para no perder de vista cuál es nuestro sitio en el mundo, el único escenario en que podemos seguir soñando y creciendo, 113 años después.