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tribuna libre / OPINIÓN

No lo pueden evitar

10/05/2021 - 

VALÈNCIA. Y Peter Lim asomó la patita. El accionista mayoritario concedió una entrevista –tuvo que llamar a su puerta el Financial Times, que por menos que eso ni se habría molestado– y por fin se pudo ver en todo su esplendor al lobo que todos sospechábamos se escondía bajo de esa piel de cordero de empresario bienhechor. Lo más chocante del asunto es que, a lo mejor, ni lo hizo a propósito, por más que muchos quieran ver en la hirientes palabras del magnate asiático una deliberada provocación a la afición valencianista para marcar territorio. Yo no lo creo. Por el contrario, me inclino a pensar que no hubo inquina ni intención de faltar al respeto en sus palabras. Que, simplemente, le salieron así. Que ese es, sin trampa ni cartón, quien rige los destinos del Valencia CF.

Visto el efecto demoledor que ha tenido esta entrevista en la ya muy deteriorada imagen pública de Lim, no es de extrañar que las apariciones mediáticas de los prohombres del fúbol se limiten a la mínima expresión. Le sucedió hace poco a Florentino Pérez –otro dirigente deportivo que raciona sus entrevistas– con su particular explicación de los ‘altruistas’ motivos de la SuperLiga y el supuesto salvamento del fútbol que regalaba la fórmula. Unos argumentos que casi nadie entre los rescatados –salvo un alto porcentaje de su propia afición– le ha comprado. Eso, sí, en descargo de Florentino, al menos, a diferencia de Lim, él sí siente como propio a su club y defiende sus intereses, aunque la manera de hacerlo no siempre guste a los demás.

Llama la atención, por cierto, que Lim renegara en su entrevista con el rotativo británico del invento de los clubes más ricos para serlo aun más. En su argumentación, dijo –y no le faltaba razón– que no le gustaba la SuperLiga porque se trataba de una competición que pensaba más en el negocio que en los intereses de los aficionados… ¡Y se quedó como nuevo! Pero no hace falta ser un lince ­–en realidad, basta con leerse el resto de la entrevista– para entender que el único defecto que Lim le puede encontrar a la SuperLiga es que él no fue invitado a formar parte de ella.

Los expertos en comunicación que asesoran a este tipo de próceres del fútbol se echan a temblar cada vez que resulta inevitable que sus jefes se sometan a las preguntas de un periodista. No importa lo mucho que preparen la entrevista, ni que se aseguren de que quien escribe o graba al otro lado sea afín, o al menos, no demasiado hostil. Pueden endulzar los mensajes todo lo que quieran, que al final, muy a menudo, el resultado es el contrario del deseado.

¿Cómo es posible que personas tan exitosas en su trayectoria profesional sean comunicadores tan deficientes? Bueno, como decían en con “Faldas y a lo Loco”, nadie es perfecto. El problema, es que ellos sí creen serlo. Y es hasta cierto punto normal. Lim, por ejemplo, es un empresario hecho a sí mismo que ha construido un imperio y ha llegado desde la nada hasta la lista Forbes. ¿De verdad que a sus sesenta y tantos tiene que aguantar que venga un grupo de donnadies vestidos con camisetas futboleras a decirle cómo tiene que llevar sus negocios?

El problema se llama arrogancia. La arrogancia es una de las cualidades más difíciles de disfrazar y que mayor poso deja detrás de un discurso. Una persona arrogante destila soberbia en cada palabra que pronuncia, aunque esté recitando un texto de Mahatma Gandhi o se asegure de que los términos “humildad”, “bien común” o “solidaridad” son los que más se repiten en su mensaje. Les sale sola, no lo pueden evitar. La arrogancia procede de un ego desmedido, producto del éxito y del alto concepto de sí mismo que ese éxito le ha hecho formarse. Por supuesto que no todas las personas exitosas son arrogantes. Aunque el hecho de que te apetezca comprarte un club de fútbol para presumir delante de los colegas te sitúa claramente entre el grupo de riesgo.

El bueno de Lim ni se molesta en disimular. “Y la verdad es que (los aficionados) me provocan algo de compasión, pero entre nosotros, entre amigos, solemos decir que las cosas más pequeñas te dan los dolores de cabeza más grandes", ha declarado al Financial Times. Los ingleses tienen un término específico para describir este tipo de actitud condescendiente: patronising. Y tienen también otra expresión perfecta para describir el sentimiento que el asiático despierta en Valencia: Go Home!.

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