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opinión

Os tengo mucha envidia

Tengo mucha envidia al Atlético de Madrid. Salgamos del armario empotrado y dejemos de impostar nuestro encanto por la obra magna a orillas del Manzanares. Es una noticia terrible que les vaya tan bien. Se comen a bocados el espacio natural del Valencia...

6/05/2016 - 

VALENCIA. Tengo mucha envidia. Básicamente uno tiene envidia cuando ve en un prójimo lo que podría ser él. Si en el prójimo no se proyectan las ambiciones propias, no hay envidia. Será admiración u odio, pero no envidia.

Tengo mucha envidia al Atlético de Madrid. Salgamos del armario empotrado y dejemos de impostar nuestro encanto por la obra magna a orillas del Manzanares. Es una noticia terrible que les vaya tan bien. Se comen a bocados el espacio natural del Valencia. Tengo mucha envidia al Atlético. Tengo mucha envidia de su éxito y de su estilo. Esas maneras descaradas de jugar a veces tan rudo para poder jugar tan bien es la receta con la que el Valencia cocinó sus mejores festines. La falacia usada por los cortesanos de la realeza del fútbol, convencidos de que solo se puede jugar vestido de etiqueta, es solo un embudo aristocrático para que puedan triunfar eternos los de siempre. 

No tengo ninguna envidia del relato del ‘pupas’ que se inventó Calderón y que luego perfeccionaron a golpe de campaña de agencia. Qué aborrecible ese tiento por el victimismo y el underground cuando más bien el Atlético, por sus élites, es representante de lo contrario. Querer empatizar a base de ser lastimero es tan terrible...

Tengo mucha envidia del Atlético. Mucha envidia porque rodeados de dirigentes caciques, negligentes y sospechosos, casi constantemente investigados, han logrado -no sé cómo- que el fútbol sea protagonista por encima de los despachos. Tengo mucha envidia porque fueron capaces de darse cuenta que todo empezaba por la soberanía deportiva, a pesar de ser parte activa del nuevo capitalismo futbolero; pero mandaba el balón.  

Tengo mucha envidia del Atlético porque el Valencia es ahora quien eran ellos y el Atlético es quien era el Valencia. Mucha envidia porque mientras el VCF adiestraba a entrenadores argentinos por hacer, antes de que se bregaran en Argentina -Lim incomprensiblemente escogió a Pellegrino-, el Atlético traía de Argentina a un entrenador ya bregado. Mucha envidia porque mientras el Valencia es un adolescente con bigotito por afeitar, pura inexperiencia, el Atlético es Don Draper aun teniendo la misma edad de plantilla.

Tengo envidia del Atlético porque todo su racimo deportivo nace de una misma idea de fútbol, de un estilo con el que competir. Sus jugadores se adaptan a ello. No al revés. No hay mejor forma de ser productivos que esa. No hay peor manera que ir fichándolos en base a caprichos privados. Tengo mucha envidia. Envidia porque sé que varios de los futbolistas que el Valencia desperdicia triunfarían en el Atlético, propulsados por un contexto favorable. 

Tengo envidia del Atlético porque cierta burguesía nacional tiende a acusarles de pendencieros. Es justo lo que pasaba cuando el Valencia era el ‘puto Valencia’ y Relaño regañaba el pragmatismo ché. La señal de que eres una amenaza para el estatus. Cuando celebran tu juego hermoso y tu animosidad es que solo eres carne de condescendencia. 

Envidia, mucha envidia porque sé que recuperando el oremus el Valencia del mañana podría ser el Atlético de hoy. Ayer ya lo fue. Es verdad que no lleva camino de ello. Tampoco parecía llevarlo por entonces. 

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