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Para las próximas semanas

12/03/2020 - 

VALÈNCIA. En la intro de la entrevista de Cayetano Ros con Miquel Nadal en Plaza Radio, Ros señala que Nadal es el mejor columnista sobre el Valencia. Sobre todo es también uno de los mejores más allá. Su clave reside en no intentar hablar del Valencia cuando escribe sobre el Valencia. 

Con Nadal y su realismo afrancesado sucede que, de tan visceral, nunca sabes si se lo está tomando muy en serio o se la trae completamente al pairo. Es bien probable que las dos cosas sean ciertas. Desde hace unos meses mantengo una sensación de simbiosis con su obra. Justo desde que fui el autor de un artículo de Miquel Nadal. Justo desde que Miquel Nadal escribió un artículo mío. En el libro póstumo sobre el Centenario un afortunado desliz en la edición firma como suyo mi capítulo, y viceversa. Es probable que este mismo artículo lo haya escrito él, aunque entonces habría que introducir citas de Charles Péguy.

En la charreta con Cayetano Ros, Miquel Nadal describe por qué el Valencia ganó la última Copa del Rey. Los acontecimientos tuvieron lugar antes del inicio, con un libro de 700 páginas y pico del filósofo alemán Hans-Georg Gadamer que el abogado valenciano consiguió colar en un Benito Villamarín muy sudoroso. Un caballo de Troya en forma de tratado de hermenéutica.

Los partidos a veces se ganan así. Miquel Nadal tuvo que convivir la final tal que si el de seguridad de Heliópolis le hubiera dejado sentarse en su localidad con un dromedario. Cuando el Barça lanzaba su último asedio, Nadal apretujaba con todas sus fuerzas el libro de Hans-Georg Gadamer. A Messi le salió joroba y el Valencia ganó la copa. Nadal salió del estadio con su libro bajo el brazo, parando de tanto en tanto para acunarlo aunque regañándole por las dos de Guedes. El talismán había vuelto a funcionar. 

Siempre que leo y escucho a Nadal entiendo mejor mi relación con el Valencia. Lo observo como el integrante de un consejo de estado no tangible dedicado en cuerpo y alma a un afán: que al Valencia no se le vaya la pirula. Más que guiarnos por lo que dicen, para no guiarnos por lo que no dicen. Unas mínimas coordenadas frente a la tentación de que cualquier cosa sirva. 

Las próximas semanas, pongamos el tratado de Gadamer en un asiento de Mestalla. Los partidos no solo se leen viendo a los jugadores. 

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