VALÈNCIA. "Contentos, pero prudentes". Si algo caracteriza al entrenador del Levante, Julián Calero, es el equilibrio. En el césped y en su discurso. Un orden marcial. La euforia por el liderato del que ahora mismo goza el club en Segunda División -clasifica con los mismos 11 puntos que el Eibar pero con mejor average particular, y colidera la tabla con el mismo bagaje exacto que el Racing de Santander- es sostenida. No hay espacio para el exceso de confianza, aunque sí para la autoconvicción de que el equipo marcha por encima de las expectativas. "Si nos dicen que en la jornada 5 estamos así, teniendo en cuenta el calendario y de dónde venimos, lo hubiésemos firmado", dijo el preparador madrileño tras conseguir ante el Eldense la segunda victoria consecutiva este curso.
La situación no deja de ser anecdótica. Restan 37 jornadas por delante y hoy, hace exactamente un año, el Real Oviedo, su Cartagena e incluso el Eibar vivían en puestos de descenso de categoría. Dos de esos clubes jugaron promoción de ascenso y el que comendaba justo una plaza por encima del infierno, el Valladolid, volvió a la élite de forma directa bajo el estruendo de una guerra fría entre grada y entrenador. Sin embargo, en Orriols luce un dato: el Levante no era líder en Segunda desde el 10 de junio de 2017. Entonces, no existía el playoff y el cuadro granota que entrenaba Muñiz había arrasado durante todo el campeonato, con 39 fechas ligueras consecutivas incrustado en la primera posición de la tabla.